Afrodita es, quizá, la primera ninfómana de la historia. Mujer deshinibida, generosa en carnes y cariños, incitadora del deseo sexual, de la lujuria, del sexo. Aunque las culturas occidentales también la consideran como la diosa del amor, en la Antigua Grecia su culto buscaba la energía erótica (tanto así que en algunos de sus templos se practicaba la prostitución religiosa). Afrodita era la terapeuta sexual de la antigüedad.
Fue inevitable que su nombre adquiriera connotaciones de lujuria, de pasión desenfrenada, hasta derivar en vocablos que hoy se emplean popularmente para referirse a aspectos ligados con la satisfacción sexual. De ahí proviene, por citar un ejemplo, la palabra “afrodisiaco”, que se refiere a sustancias, alimentos y bebidas que pueden deglutirse o tragarse y que, supuestamente, incrementan el deseo sexual y los niveles de excitación.
Aunque la comunidad científica ha rechazado las propiedades sexuales-placenteras de dichos alimentos, la industria gastronómica se ha valido de la concupiscencia de los consumidores para ofrecerles los más variados platos sensuales, combinaciones que prometen una noche de gula que puede lograrse gracias al vigor o al ansia otorgados. Es una empresa que atiende una de las preocupaciones más frecuentes en las parejas: ¿Cómo le hago saber que todavía le traigo ganas?
Uno de esos sitios incitadores de placer más hot (literalmente) de la actualidad es el restaurante Sudaka (ubicado en Alemania) del chef argentino “Chakall”, quien asegura que cuando los comensales salen de ahí, después de probar sus afrodisiacos originales, ni siquiera pueden esperar a llegar al hotel: “La gente está loca, no se aguanta”.
Aunque él mismo advierte que los efectos en la libido son 50 por ciento reales y 50 por ciento imaginarios, una especie de medicamento placebo, al final sí logran el objetivo: que las parejas tengan sexo cachondo.
Durante una entrevista con el periodista Camilo Engaña para la CNN, el chef confiesa haber visto escenas sexuales en las cámaras de seguridad instaladas en el estacionamiento de su restaurante. Escenas exentas de pudor de los dichosos que empezaban a sentir los efectos candentes de los sagrados alimentos ahí mismo, en las narices del cocinero. él sí cree en la comida afrodisíaca, pero confía más en la sugestión de las personas (ese efecto placebo).
A Chakall no le han contado nada, él ha visto todo con sus propios ojos: “Yo he visto, al salir del restaurante, afuera, en los autos, no lo podía creer, afuera del restaurante”. La comida sí puede tener un efecto sexual por la cercanía del estómago con los órganos reproductivos. Los ingredientes que selecciona tienen un efecto “positivo” para “ese tipo de cosas”. Por ejemplo, el jengibre ayuda a la dilatación de la sangre, los mariscos también ayudan a que la sangre fluya bien, explica el sudamericano.
Desde el primer momento en que una persona acepta ir a un restaurante afrodisíaco con alguien más, de entrada ya están sugestionados, ya saben a qué van y Chakall sólo los ayuda a que despeguen, aunque a veces lo hagan a 500 metros de distancia de la entrada o en el estacionamiento, que al final de día se llena de autos con vidrios empañados: “Esto es increíble, no se aguantan al hotel”.
Aunque sea un efecto placebo, sugestión o imaginación, lo cierto es que los alimentos afrodisíacos son un gran incentivo para fomentar y animar los encuentros sexuales. Así que los que tengan dinero y ganas de darle candela, deberían aprovechar esa comida generosa, aunque a los científicos no les guste eso. Al final del día, todos queremos coger.
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