La Gran Barrera de Coral, localizada en el mar del Coral, Australia, era la estructura viva más grande del planeta, la única observable desde el espacio. Su tamaño superaba en tamaño a Reino Unido, Holanda y Suiza juntos.
Durante milenios, miles de esqueletos de corales se fueron juntando para crear 2 mil 600 kilómetros de vida en el mar: casi 3 mil arrecifes y más de mil islas.
Su muerte simboliza la extinción de tanta biodiversidad, que superaba a toda la que se podía hallar en Europa: mil 600 especies de peces, 3 mil de moluscos, 450 de coral, 220 de pájaros y 30 de ballenas y delfines.
Al menos eso es lo que expuso Rowan Jacobsen, quien se tomó la molestia de escribirle un obituario posible (y demasiado probable) a la Gran Barrera de Coral, aunque ésta siga viva, nadie sabe por cuánto tiempo más.
El texto “Great Barrier Reef (25 Million BC-2016)” fue un ejercicio profético y premonitorio. Tuvo tal impacto que además de que por varias horas (incluso días), miles de personas pensaron que efectivamente no había marcha atrás, también logró convertirse en una campaña ambiental poderosa.
Dejó de lado el discurso habitual, desgarrador y apocalíptico del que casi todos los ambientalistas echan mano para llamar la atención de algo que se desmorona. Ahora los noticiarios están llenos de reportajes breves sobre la vida de la gran estructura marina.
Las personas no suelen reaccionar hasta que las consecuencias son irreversibles y aunque en este caso no lo son (todavía), nadie había tomado en cuenta que tan sólo en lo que va del año, alrededor del 22 % del arrecife murió por blanqueamiento: el evento más devastador del que se tenga registro hasta ahora.
El blanqueamiento de coral hace referencia a un proceso mediante el cual las altas temperaturas del agua obligan a que los corales expulsen el alga que habita en sus tejidos, dejándolos completamente blancos.
Cuando sucede el blanqueamiento, no significa que el coral esté muerto de inmediato. Aunque hay posibilidades de supervivencia, es un hecho que se encuentran bajo mayor “estrés” y su mortalidad incrementa.
Estas altas temperaturas son, obviamente, consecuencia directa del cambio climático. Pero el arrecife también se enfrenta a las consecuencias de los contaminantes (pesticidas, fertilizantes) vertidos al mar y del exceso de turismo.
Aunque la comunidad científica se ha indignado por las “mentiras” difundidas por Jacobsen, muchas otras personas aseguran que además de ejercer su derecho de libertad de expresión, el obituario fue un ejercicio que concientizó como hace mucho no se lograba.
Al parecer no era suficiente con publicar las consecuencias del cambio climático o enumerar el porcentaje de biodiversidad que se ha ido perdiendo con el paso de los años.
*Con información de: Grist, Outside, Great Barrier Reef.