Imagina que tienes 22 años, sufriste un accidente y estás desempleado. Tienes deudas que pagar y un par de tarjetas de crédito con las que pretendes sobrevivir un par de meses. Pero de pronto descubres que una de esas tarjetas es una fuente aparentemente inagotable de dinero y no hay nadie que te esté cobrando por los gastos que realizas con ella. ¿Qué harías?
Luke Brett Moore, un joven australiano vivió esa situación y gastó una fortuna en noches de fiesta con strippers, alcohol y drogas. También compró lujosos autos, algunas reliquias y obras de arte. Además puso un negocio de compra y venta de artículos para hacer que su repentina fortuna perdurara y aprovechar lo que un error del banco le estaba regalando.Sin embargo, poner ese negocio hizo visible su suerte y las autoridades investigaron hasta que lo encontraron culpable de enriquecimiento ilícito. La suerte de un día se convirtió en la pesadilla que lo llevó a la cárcel.
El propio Moore contó su historia en una entrevista para la BBC, donde explicó que todo comenzó en marzo de 2010, cuando abrió una cuenta en el Banco St. George, de Australia. En julio de ese año sufrió un accidente automovilístico, el cual lo dejó sin empleo y con los pagos de su hipoteca pendientes.
Fue entonces cuando se dio cuenta que los pagos se estaban haciendo de forma automática con la tarjeta de S. George. Fueron 12 meses de pagos automáticos sin que el banco se los cobrara. Así que decidió tentar al destino y pedirle a la empresa inmobiliaria cobrar los 2 mil 254 dólares de la cuenta.El dinero fue aprobado y su deuda disminuyó. Y volvió a hacerlo, pero ahora pidió 28 mil 180 dólares, y también fue dinero aprobado que acabó con sus preocupaciones monetarias.
“Quedé estupefacto”, declaró Moore. “Me di cuenta que tenía acceso a una línea de crédito extraordinariamente grande”.
Tan sólo tenía 22 años y el tener acceso a tanto dinero lo orilló a hacer compras innecesariamente lujosas, como un auto Alfa Romeo 156, un Hyundai Veloster y un Maseratti de 27 mil dólares.
Fue un cambio increíble en su vida, pues el joven se había quedado sin empleo por primera vez desde los 14 años, acababa de terminar una relación sentimental de cuatro años y apenas comenzaba a recuperarse del accidente que había sufrido.No tuvo tiempo para la depresión; su aparente fortuna le dio impulso para mudarse a la Costa Dorada, Surfer’s Paradise, un centro turístico en la costa occidental de Australia y ahí se quedó para iniciar una nueva vida.Gastó cientos de miles de dólares en fiestas, alcohol, cocaína y strippers.
Compró un barco pesquero, una obra de arte de Bansky y un cuero de tambor firmado por Amy Winehouse, entre muchas cosas más.Fue así como inició su propio negocio de compra y venta de artículos curiosos que cualquier coleccionista quisiera tener. El banco St. George seguía dándole dinero sin cobrarle un solo centavo. En total gastó 1 millón 600 mil dólares.
Pero todo el sueño se transformó en pesadilla en diciembre del 2012, cuando la policía tocó a su puerta con la firme intención de llevárselo detenido.
“Me gritaban y me decían que estaba bajo arresto”, narra Luke Brett Moore. “Estaban armados como si yo fuera un pandillero endemoniado, inspeccionaron toda la casa y se llevaron todo lo que era mío”.Fue hasta febrero del 2015 cuando un juez lo declaró culpable por el delito de beneficiarse económicamente de manera fraudulenta y por comerciar con los frutos del crimen y en abril el mismo juez le dictó una sentencia de cuatro años y seis meses de cárcel, sin derecho a fianza.
Sin dinero, el propio Moore decidió leer sobre leyes y derecho para poder defender su caso y logró que en agosto del 2015 el tribunal reconsiderara su caso y le otorgaran la libertad bajo fianza.“La cárcel fue horrible”, describe Moore. “Estás alejado de tu familia y encerrado en una celda durante 17 horas del día, fue uno de los periodos más duros de mi vida”.
El sueño, con lo bueno y con lo malo, llegó a su fin la primera semana de diciembre de este año, cuando un juez lo exculpó por considerar que de acuerdo a las leyes australianas, Moore no estaba bajo la obligación legal de informar al banco lo que estaba sucediendo.<El propio juez lo culpó por ser deshonesto, pero mencionó que las leyes no ponen tras las rejas a las personas por simples fallas morales.
“Mi vida entera quedó en ruinas”, dijo Moore. “Pero he podido convertir mi experiencia en algo positivo y ahora estudio leyes para poder ayudar a las personas que están en la cárcel y no cuentan con el apoyo necesario”.
“Me imagino que tuve la mala suerte de que todo esto me tocara vivirlo a mí”.
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