El trabajo infantil, casi por lógica, va acompañado de explotación: los infantes siguen órdenes autoritarias que los obligan a laborar en cualquier lugar. Hay lugares de trabajo que se han popularizado por la facilidad de transacción que ofrecen y el escondite inmediato que prometen.
SUBTERRÁNEOS
Los pasillos y estaciones del Sistema de Transporte Colectivo Metro (STCM) alojan a cientos de niños que deambulan sin cesar con el único objetivo de cumplir las cuotas que les han impuesto. Pasan fugazmente por las mismas estaciones de las mismas líneas y ya tienen memorizados los nombres de todas las paradas.
A diario, las puertas se abren y se cierran de forma monótona, repetitiva, y los comerciantes compactos, pequeños, trémulos o mudos llegan por decenas a ofrecer sus mercancías. Los niños vagoneros han proliferado y sus padres o tutores han planeado bien su estrategia.
LOS INTOCABLES
Son menores de edad y precisamente por eso no pueden ser consignados a las autoridades ni pueden despojarlos de sus productos.
Después de la campaña gubernamental para erradicar el comercio informal subterráneo, las persecuciones constantes a los adultos (y antiguos) vagoneros lograron su expulsión de los trenes. Entonces tomaron el plan b: meter a sus hijos menores de edad a seguir recolectando dinero, pues ellos no pueden ser presentados ante juzgados cívicos ni les pueden quitar su mercancía.
INOCENCIA Y DRAMATIZACIÓN
Han caído en la peor situación laboral: aunque se trate de explotación, ninguna autoridad puede tomar medidas al respecto si no se denuncia primero. Expertos en trabajo infantil y defensores de los derechos de niños y adolescentes han advertido desde siempre que el simple hecho de mandar a un hijo a vender golosinas o cualquier producto “inofensivo” es explotación infantil.
Esta práctica imitada en todas las líneas de metro es tan popular porque apela al sentimentalismo y la empatía de los viajeros: “es ´mejor´ comprarle a los niños”. Los padres están al acecho, incluso es sabido que los urgen a poner sus mejores caras o de ser posible derramar alguna lágrima.
Los menores y el comercio dramatizado son la mejor alternativa de los comerciantes desterrados. De acuerdo con estadísticas del STCM, desde agosto del año pasado despegaron estas prácticas y el personal de seguridad ha remitido a 48 mil 166 vagoneros ante un juzgado calificador y a 129 bocineros. Todos ellos no pueden quedarse sin trabajo.
ESCONDITE
El negocio subterráneo es tan llamativo que además de los beneficios mencionados ofrece un escondite seguro. La autoridad no aparece jamás dentro de los vagones y los niños pueden hacer su labor de estación en estación pasando desapercibidos, como todos los otros menores viajantes.
Jorge Gaviño, el director del STCM, reveló a Excélsior que esto se relaciona directamente con que no hay suficientes policías para tener uno en cada vagón: son casi 390 trenes, cada uno tiene nueve vagones y sólo hay tres policías en promedio por cada estación.
PUNTOS DE TRABAJO
De acuerdo con el diario, ocho de cada 10 menores trabajadores provienen de la Zona Metropolitana. La directora de la organización Ririki Intervención Social, Nashieli Ramírez, ha denostado el trabajo infantil en la CDMX, que no sólo se presenta con frecuencia en el Metro sino también en la Central de Abasto.
Además, ahora es más común que los niños de las poblaciones indígenas lleguen en búsqueda de oportunidades de trabajo.
La presencia de los menores es tan común que se ha normalizado la compra de sus productos. Al pagar por un dulce, un cuaderno de sopas de letras, plumas o cepillos de dientes sí se ayuda a los niños a cubrir sus cuotas para evitar amenazas o golpes.
Pero la buena obra resulta mucho más perjudicial, pues sólo fomenta la explotación infantil y que los niños lleven una vida subterránea.
*Fuentes: El Universal y La Jornada.