1985, el terremoto de 8.1 grados hizo de aquél 19 de septiembre una de las catástrofes naturales más devastadoras de la historia moderna mexicana. El movimiento telúrico que sacudió la tierra esa mañana gris hace más de 35 años, dejó la capital mexicana parcialmente destruida. Los inadecuados reglamentos de construcción de la época, la corrupción, y la falta de una cultura de prevención, cobró tantas vidas humanas, que aún no se tiene una cifra concreta del número de fallecidos. Si bien se ha dicho, según los datos oficiales, que el número de muertos alcanzaba los 10,000 otras fuentes estiman que llegó a más de 100,000.
Sin embargo, no todo fue devastación, existen inspiradoras historias de sobrevivientes que parecieran ficción, de gente que soportó la deshidratación, la inanición, las heridas que sufrieron durante el derrumbe de sus hogares, que en muchos casos les dejó secuelas físicas y emocionales por el resto de sus días. A continuación les compartimos tres anécdotas estremecedoras de quienes vivieron aquel terremoto del 85, para contarlo.
Jesús Francisco Flores Medina
El niño terremoto, una historia más que increíble
Jesús Francisco Flores Medina cumple éste 19 de septiembre, 38 años, casi cuatro décadas después de que su propia abuela lo sacara del vientre de su madre muerta. La familia de Jesús prácticamente desapareció esa mañana del terremoto. Veinticuatro miembros de la familia Flores, la mayoría, mariachis de profesión, dejaron de existir esa mañana, aplastados bajo las toneladas de escombros de lo que fuera el edificio donde vivían, en frente de la Plaza San Camilito, en Garibaldi, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
Mi abuela había salido a comprar leche, y cuando regresó, se encontró todo el edificio en ruinas. Dicen que se aferró por horas buscando a mi mamá, que en ese momento tenía 17 años.
No la dejaban acercarse al cuerpo cuando la sacaron de entre los escombros, pero ella no hizo caso, y fue cuando vio que su vientre se movía. Si no hubiera sido porque ella decidió abrir el vientre de mi mamá con una navaja de afeitar y sacarme, yo no estaría contando esto.
Jesús, a quién también se conoce como “el niño terremoto”, nos comparte la historia de su nacimiento que se ha vuelto desde esa época, un referente más de la sobrevivencia y valor de muchos mexicanos que sufrieron, y sobrevivieron, la catástrofe.
Javier Sánchez
Sobrevive el derrumbe de su escuela, queda huérfano, una maestra lo adopta
La historia de Javier Sánchez, de 45 años de edad, es triste, pero sigue aquí para contarlo. En el 85, Javier cursaba el tercer año de primaria en una escuela privada ubicada en la calle de Héroes, en la colonia Guerrero de la Ciudad de México. El ahora extinto Colegio Washington, instalado en la que fuera la casona de la mecenas Antonieta Rivas Mercado, funcionaba, además de kinder, primaria y secundaria, como internado mixto.
En un edificio de cinco pisos, aledaño a la construcción porfiriana, se ubicaban los dormitorios, que en aquel entonces albergaba a unos cincuenta alumnos internos. Javier nos relata que un día antes del terremoto del 19, los directivos habían decidido realizar una fumigación en el edificio de dormitorios, y habían mudado las camas temporalmente a la casona antigua. Ahí, en una de las habitaciones de la vieja construcción, en donde aquella mañana los despertó el terremoto a él y a otra veintena de compañeros, escucharon el estruendo ensordecedor de la estructura moderna de hormigón y acero venirse abajo. Al parecer aquella fumigación por una infestación de cucarachas le terminó salvando la vida a Javier y a sus compañeros.
Desafortunadamente para los familiares de Javier Sánchez, la suerte no fue favorable esa mañana, pues el edificio donde vivían en Tlatelolco colapsó, matándolos a todos. Al quedar Javier huérfano, el gobierno del entonces Departamento del Distrito Federal, lo puso bajo la custodia del DIF, y no fue hasta unos meses después, cuando una de sus maestras del colegio lo buscó para adoptarlo.
Marta Rodríguez, la maestra del Instituto Washington que adoptó a Javier, falleció hace diez años, pero su bondad le dio una nueva oportunidad de vida a aquél niño, otro de los sobrevivientes del suceso tan trágico que marcó a más de una generación.
Óscar y Rebeca
Una canción de Emmanuel mantuvo a una pareja con ánimo durante dos días bajo los escombros
Óscar y Rebeca llevaban tres años de casados cuando el terremoto del 85 los dejó bajo los escombros. La pareja llevaba un par de años viviendo en el edificio Nuevo León, de Tlatelolco, zona de la Ciudad de México que quedo más afectada después de aquel sismo del 19 de septiembre. Óscar nos cuenta que había despertado esa mañana con una resaca, y que estaba tomando café con su esposa cuando sintió un mareo.
“Pensé que de plano estaba muy crudo, pero después me di cuenta que estaba temblando, y lo siguiente que recuerdo fue el techo venirse abajo, oscuridad, mucho dolor en mi brazo izquierdo, mi cuerpo atrapado hasta la cintura”.
Nos narra Óscar, mientras Rebeca está en otra habitación, ella prefiere no hablar del tema.
El edificio Nuevo León, construido en Tlatelolco por el arquitecto Mario Pani, fue una de tantas estructuras que colapsó durante el terremoto del 85. La pareja vivía en el cuarto piso, con el ventanal de su sala frente a la bandera del sector de policía. De un momento a otro, después del derrumbe, ambos terminaron en un espacio de 1.20 x 1.20 metros, parcialmente inmovilizados, separados el uno del otro por una columna.
“Sentí un dolor insoportable en mi brazo izquierdo, y cuando intenté sentirlo en la oscuridad, me di cuenta que ya no estaba”.
Óscar nos comparte esta terrible escena de lo que vivió durante esas horas agonizantes hace casi 40 años atrás. A la pareja la rescataron después de dos días, y cuando le preguntaron a Óscar cómo había podido resistir tanto sufrimiento por tanto tiempo, él simplemente dijo que una canción de Emmanuel le había dado ánimo.
“Yo ya no aguantaba el dolor, pero siempre he tenido buen humor, y como no quería dejar a mi esposa sola con un cadáver, me empeñé en hacer bromas, canturrear para mantenerme despierto. Entonces, ya medio desesperado, se me ocurrió la canción esa de Emanuel de Todo se derrumbó, pero le cambiaba la letra por cosas que la hacían reír”
Óscar nos cuenta su historia, con algo de gracia en su mirada, con voz entrecortada. Rebeca sobrevivió con daños físicos menores, lamentablemente Óscar perdió el brazo izquierdo, el ojo derecho, y dice que nunca olvidará lo que vivió esos días:
“No estoy feliz porque estoy así, estoy feliz porque estoy aquí”
El espíritu resiliente del mexicano, la solidaridad de los habitantes de la Ciudad de México, y el valor, tanto de los sobrevivientes como de los rescatistas, nos definen como un pueblo de gente buena, temeraria, y con un amor por la vida que nos salva hasta de los peores episodios de nuestra historia.
¿Tú conoces a algún sobreviviente del terremoto del 85?
m☽