La primera vez que leí las Batallas en el Desierto de José Emilio Pacheco, me dejó maravillada. La historia, aunque buena, ocupaba un lugar secundario en el acierto que había sido el texto. Lo asombroso era la descripción que Pacheco hacía de la Ciudad de México y, concretamente, de la colonia Roma, transportándome a un época en que mis padres ni siquiera habían comenzado a ser contemplados en el proyecto de vida de mis abuelos.
Tras toda mi (cada vez menos) corta vida leyendo diversos libros y viendo aún más películas, no había tenido esa sensación de conocer y reconocer una ciudad y una época de una manera tan familiar como lo experimenté con el libro de José Emilio, y no volví a sentirlo hasta hoy, que vi Roma.
(Foto: La Opinión)
¿De qué trata?
Ubicada en el Distrito Federal a inicio de los 70, la película dirigida por Alfonso Cuarón (Gravity) sigue la vida de Cleo (Yalitza Aparicio), una joven indígena que trabaja como empleada doméstica para una familia de clase media, cuyo hogar se encuentra en la colonia Roma. Yalitza, la primera en levantarse y última en acostarse, verá su vida transcurrir a la par de la de sus jefes, como una espectadora que termina convirtiéndose en un personaje más de la vida y los problemas de la familia.
(Video: YouTube, vía Netflix)
El paisaje sonoro
Una de las cosas más bellas de la película de Cuarón, es el paisaje sonoro, que hace saber se trata de la Ciudad de México. O mejor dicho, las marcas sonoras, esas que R. Murray Schafer estaba convencido hacían única a la vida acústica de cada lugar, dotándolo de una huella y marca del sitio.
En este caso, estas huellas que conforman la memoria del entonces Distrito Federal, son el pitido agudo del vendedor de globos, el silbato del cochecito de los camotes, la campana del camión de basura, la flauta de caña del afilador de cuchillos…sonidos que quizá hemos escuchado toda la vida y asimilado como parte de la ciudad, sin pararnos a pensar que en ninguna otra parte del mundo se asocian a lo que nosotros lo hacemos. Estos sonidos, tan bien seleccionados, son los claros latidos del corazón de la película.
(Foto: mor.bo)
Minuciosos Detalles
Tan importante como el audio es la fotografía y los detalles que conforman la parte visual de Roma. Filmada en blanco y negro con una cámara digital Alexa de 65mm, la cinta presta singular atención a detalles que a simple vista podrían pasar desapercibidos pero que dotan de nostalgia a la cinta y que son divisibles en dos grupos y funciones: los primeros son los carteles de Luis Echeverría que tapizan la ciudad, los logotipos ahora vintage de las marcas comerciales, los automóviles enormes, cómodos, pero poco prácticos, los pósters de los equipos de fútbol. Estos ayudan a contextualizar la época en la que el director vivió su infancia.
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Los segundos: las ventanas sucias, el jabón en polvo espolvoreado sobre el piso, los adornos y los muebles, son catalizadores de recuerdos. Lo que viene a la mente al narrar un momento específico de vida, irrelevantes pero presentes. Estos detalles hacen que el filme de Alfonso Cuarón se sienta más como zambullirse en su memoria que en su imaginación.
(Foto: Radio79mx)
Momentos históricos
Aunque hay varios identificables a lo largo del año en que se desarrolla Roma, el más destacable es el famoso “Halconazo”, en el que más de 100 estudiantes perdieron la vida a manos de un grupo paramilitar durante una protesta pacífica. El momento es abordado en la cinta, sin embargo, al igual que los otros plasmados en el filme, es sólo un momento histórico que le toca a Cleo vivir más que la trama central de la narrativa.
(Foto: Life and Style)
De patrones y empleadas
Alfonso considera a esta cinta un homenaje a las mujeres que lo criaron: su madre, abuela y empleada doméstica. No es la primera vez que un filme aborda la relación entre patrones y empleadas domésticas, sin embargo Roma se deslinda de un argumento frecuente en este tipo de historias, y lo dota de complejidad: las “criadas” en realidad son un miembro de la familia y ya, o son empleadas y nada más.
Cuarón va más lejos, mostrando algo que ya sabíamos pero en ocasiones fingimos desconocer: muchas familias mexicanas dependen de su empleada doméstica, a la que le tienen cariño y respeto, pero no el suficiente para dejar de lado su clasismo y privilegios. Las consideran parte de la familia, pero jamás iguales, una línea trazada por los adultos y que parece ser invisible a los ojos de muchos niños, quienes finalmente entienden de la manera más genuina, su relación con su “nana” como una fraternal y no laboral. Es justo esto lo reflejado en la cinta de Cuarón, que plasma la diferencia con la que los mayores tratan y se dirigen a Cleo, a quien aprecian pero jamás como lo hacen los más pequeños.
(Foto: Fayer Wayer)
Decidir si Roma es o no la mejor película que Alfonso Cuarón ha rodado, es por demás complicado. Lo que es seguro, es que es su trabajo más personal, uno perfectamente emotivo, que no sólo logra transportarnos a su infancia, sino que nos ayuda a comprender algunos de los momentos que lo convirtieron en el hombre y el artista que es hoy.
La cinta, que busca su nominación al Oscar, llegará a algunos cines el 21 de noviembre, y se estrenará en Netflix el 14 de diciembre.
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