Dicen que en la mesa no hay que hablar de tres cosas: política, religión y futbol. Eso, quizá, en la mesa de la familia de Mohamed Salah, sea imposible. Un hombre cuyo padre quería conducirlo por la religión musulmana para convertirse en líder de su comunidad; un hombre que sin ser candidato logró un millón de votos en las elecciones presidenciales de Egipto; un hombre que es la máxima ilusión de un país cuando se pone la playera de su selección.
Mohamed Salah prefirió el futbol a ir por el camino que su padre quería para él y ha tenido que enfrentarse, aún con su popularidad, a los cuestionamientos por hacer cosas que en la religión musulmana no se permiten, como no llevar a cabo el Ramadán en tiempo y forma cuando Liverpool se preparaba para la final de la Champions League en Kiev, y cuyo partido no disputó como él quisiera luego que saliera de cambio por una lesión en el hombro provocada por una jugada con Sergio Ramos, entonces del Real Madrid. ‘Un castigo de Alá’, dijeron algunos.
Entre el futbol y la religión: La disyuntiva de Mohamed Salah
Nació en una pequeña aldea agrícola al norte de El Cairo llamada Gharbia. Aunque su padre quería que se enfocara mucho más en el aspecto religioso y se convirtiera quizá en un líder musulmán, la disyuntiva apareció en la vida de Mohamed Salah al ver practicar el futbol precisamente a su padre y a su tío. Aún dedicándose al futbol, no deja de lado la religión que profesa, tanto así que en artículos académicos islámicos, que no tienen nada que ver con los deportes, lo ven como un modelo a seguir y un embajador de la fe.
Aunque digamos que de niños sabemos “poco de la vida”, la elección de Mohamed Salah podría deberse a que no quería convertirse en un líder religioso, sin embargo, al volverse un futbolista destacado, los mismos fieles lo ven como alguien perfecto que, cuando llega a equivocarse o a hacer una cosa distinta a lo dictado por su religión, es criticado al punto de decir que por sus acciones “Alá lo castiga”.
Desde pequeño, Mohamed Salah tenía cierta fascinación por Ronaldo Nazario, por Zinedine Zidane y por Francesco Totti. Veía a su papá jugar al futbol y juntando esas dos ilusiones, decidió. “Es una voluntad del más allá”, dijo Salah Galy, su padre, al resignarse a ver a su hijo querer realizar su sueño de ser futbolista. Comenzó su carrera a los 14 años, cuando militó para el Al-Mokawloon, sin embargo, antes de ese equipo participó en el ENPPI, en donde se definió como un atacante. Al llorar por no haber hecho goles en el triunfo del ENPPI, el entrenador le prometió cambiarlo de posición para los siguientes enfrentamientos, sin saber que eso le daría también un cambio a su vida.
La Champions, la islamofobia y el ‘castigo de Alá’
Nadie olvidará aquel encuentro correspondiente a la final de Champions League entre Real Madrid y Liverpool ni tampoco el encontronazo que tuvieron Sergio Ramos y Mohamed Salah, que marginó al egipcio de seguir disputando el partido que estaba soñando jugar. Precisamente para ese encuentro, Salah tuvo que romper el ayuno dictado por el Ramadán para llegar en óptimas condiciones al enfrentamiento ante los merengues.
La fiebre que se vive por Mo en Egipto es tal que su imagen está en todos lados: desde los muros de las comunidades más marginadas, hasta los museos y espacios culturales de la sociedad egipcia. Muchos afirmaron que al estar tan lejos del territorio local, más de 77 kilómetros, para ser exactos, se puede suspender el ayuno con la premisa de “recuperarlo” después. Aunque otros más, vieron con desánimo cómo una regla tan importante en la religión de Salah se rompía. Esos mismos fueron los que aludieron a que la lesión del jugador se debió a un castigo enviado por Alá al haberse saltado el ayuno del Ramadán.
Aún con esta presión que el jugador pudiera tener encima por cuestiones religiosas, su presencia también ha generado impacto más allá de las canchas. Un estudio de la Georgetown University en Qatar, reveló que Mohamed Salah contribuyó con su presencia en la Premier League, a que se redujeran en un 16 por ciento las agresiones antimusulmanas en Liverpool, y un 50 por ciento en las redes sociales.
La presión por ser un buen musulmán
Los cuestionamientos hacia lo que Salah debe o no hacer como buen musulmán pareciera que lo siguen a sol y a sombra. Los medios de comunicación permanecen expectantes del momento en el que Mohamed haga una cosa polémica, alejado del dogma religioso, y así rompa ese nivel de perfección en el que ellos mismos lo han puesto, aunado a los seguidores especialmente egipcios quienes lo consideran un embajador de la fe y un modelo a seguir.
Las dos últimas acciones que llevaron a Mohamed Salah a ser cuestionado fueron criticadas ampliamente en las redes sociales. La primera, fue cuando a pregunta expresa de si bebía alcohol, respondió que no lo hacía porque no sentía la necesidad de beber. Su respuesta, aunque pareciera inofensiva -y en realidad lo es- molestó al Dar al-Ifta, uno de los más importantes entes en el mundo musulmán, pues para ellos la respuesta correcta era que no bebe porque no está permitido en el islam.
En Navidad, por ejemplo, el futbolista subió a sus redes sociales una fotografía en donde se le ve acompañado de su familia, a un lado de un árbol de Navidad y enviando felicitaciones a sus seguidores, lo que fue considerado por algunos círculos como “algo que no haría un buen musulmán”, pues no deberían celebrar fiestas asociadas al cristianismo, que, como bien citan los colegas de El Confidencial “es un tema especialmente delicado en Egipto, que cuenta con cerca de un 10 por ciento de población cristiana y que ha sufrido oleadas de violencia sectaria. Como con el alcohol, muchos lo han acusado de ‘tibieza’ para no alienar a sus fans occidentales”.
Mohamed Salah (@MoSalah)
Mohamed Salah reconoce la presión y así es como terminamos -o iniciamos, tal vez- el debate sobre cómo el factor religioso es igual de polémico que el futbolístico. En 2019, el futbolista declaró para la revista TIME, luego de ser reconocido como una de las 100 personas más influyentes del mundo, que “la gente siempre tiene grandes expectativas sobre uno. Te ponen un poco bajo presión, pero también te enorgullece de lo que has logrado”.