Algunos críticos decían que el mérito de Vicente Huidobro no era más que un poderoso ingenio para pelotear las letras sin que éstas cobraran sentido. Unos más elogian la palabra cantada del chileno fundador del movimiento poético vanguardista en Chile y América Latina.
Ella llevaba una camisa ardiente
Ella tenía ojos de adormecedora de mares
Ella había escondido un sueño en un armario oscuro
Ella había encontrado un muerto en medio de su cabeza
A Huidobro se le debe el nacimiento del Creacionismo, un movimiento poético vanguardista cuyo fundamento, dado por el chileno, ponía al artista al mismo nivel de creación que la propia Naturaleza. Para el poeta, el artista debía mantener con ésta una competencia en la que pudiera dar muestra de la vitalidad de su obra. No se trata de imitar a la Naturaleza, sino de “hacer la flor en el poema”.
Vicente García Huidobro nació el 10 de enero de 1893 en Santiago de Chile bajo el cobijo de una familia aristócrata. Su posición lo llevó a nutrirse de la cultura del mundo por sus frecuentes viajes a Europa, amistades como Picasso, Joan Miró o Juan Gris y sus experiencias literarias junto a Apollinaire, Tzara, Bretón y Aragón.
Se estableció por largo periodo en París, desde 1916, y fue en la ciudad de las luces donde iluminó el movimiento del Creacionismo; con el primer manifiesto creacionista Non serviam (No serviré) fundamentó las bases contra todo realismo.
Los creacionistas eran “creadores” de un nuevo lenguaje poético y de nuevos ritmos en la lengua que con la yuxtaposición de oraciones y el empleo aleatorio de vocablos les permitía hacer de la poesía una creación autónoma y permisiva. En Madrid fundaría el primer grupo de creacionistas en 1918.
El Creacionismo
El creacionismo no es una escuela que yo haya querido imponer a alguien; el creacionismo es una teoría estética general que empecé a elaborar hacia 1912, y cuyos tanteos y primeros pasos los hallaréis en mis libros y artículos escritos mucho antes de mi primer viaje a París.
En el número 5 de la revista chilena MusaJoven, yo decía:
El reinado de la literatura terminó. El sigloveinte verá nacer el reinado de la poesía en el verdadero sentido de la palabra, es decir, en el de creación, como la llamaron los griegos, aunque jamás lograron realizar su definición.
Ecos del alma (1911), La gruta del silencio, Canciones en la noche, Las pagodas ocultas, Pasando y pasando (1914) y Adán (1916) fueron los primeros poemarios de Huidobro publicados en Chile, donde ya era reconocida su calidad poética. Les seguirían Poemas árticos, Ecuatorial, Tour Eiffel y Hallali, además de un par más de textos, uno publicado en Argentina y el otro en París.
Después de afianzar reconocimiento en París, volvió a Chile en 1925 para seguir su carrera literaria pero ahora involucrándose también en la vida política con la creación de la revista La Reforma y el diario Acción. Fue, incluso, candidato a la presidencia de su país, pero perdió las elecciones y volvió a refugiarse en las letras.
Fue en la década de 1930 cuando el poeta alumbró las dos obras que lo encumbrarían en las letras latinoamericanas: Altazor o el viaje en paracaídas, siete cantos que narran la caída de un hombre y su encuentro con la poesía, y Temblor del cielo. Altazor se reconoce como la obra cumbre del Creacionismo y la mayor expresión poética de Huidobro.
10 años antes de su término, Huidobro había comenzado ambas obras, pero fue durante una época literaria y amorosa fecunda, producto de su relación romántica con la quinceañera Ximena Amunátegui a quien Vicente había raptado para vivir su amor en París, que el chileno construyó su legado literario para el mundo.
Se adentró en el quehacer cinematográfico con el guión de Cagliostro (1923), que realizó a petición del director Nime Mizú, por el que fue galardonado en Nueva York, en el teatro y la plástica. De 1938 es Sátiro o El poder de las palabras; recopiló antiguos poemas en Ver y palpar y El ciudadano del olvido, ambos libros dados a conocer en 1941 y considerados como obras fundamentales en su creación poética.
Regresó a París para enlistarse en el ejército francés en los últimos años de la Segunda Guerra Mundial. Como capitán comandó varias batallas de las que resultaría herido de muerte; llegaría a morir a Chile el 2 de enero de 1948. íltimos poemas sería el ejemplar que su hija daría a conocer durante ese mismo año.
De Huidobro queda su poesía fervorosa, romántica, vivaz, pero, también, de protesta y estandarte de rebeldía. Se mantuvo fiel a su ideal de ingenio hasta los últimos días de su vida; escribió con pasión llevado por las aguas de su tiempo y construyó memorias poéticas vigentes. El perfecto hombre creacionista.
Su epitafio decía: “Abrid esta tumba: al fondo se ve el mar”.