La terapia psicológica clínica siempre lleva a lo mismo: algo nos marcó en la infancia o en la juventud y vamos arrastrando todos esos traumas, los demonios nos asechan y se manifiestan con todo su esplendor a lo largo de nuestras vidas. Por eso tenemos la mente que tenemos.
La infancia nos define. Un estudio publicado recientemente en Radiology reveló lo primordial que es proteger a los infantes de los eventos traumáticos. Los cerebros pueriles marcados por trastorno de estrés postraumático (TEPT) son diferentes en funcionamiento y en estructura a los cerebros de los niños que no lo padecen.
De acuerdo a IFLScience, el cerebro humano está organizado a la perfección. Las diferentes regiones que lo conforman se comunican a través de conexiones específicas. Para asegurar que la comunicación sea lo más eficiente posible, las regiones están organizadas en lo que se denomina “red de pequeño mundo”.
Esa red debería conectar a todas las regiones de la manera más sencilla posible, con el menor número de pasos a seguir. Sin embargo, esta red se interrumpe y deja de funcionar adecuadamente en los niños afectados con TEPT.
La comunicación entre las regiones se complica y la actividad cerebral no funciona de manera generalizada. Pierden la capacidad de comunicarse con las regiones más distantes. Esto se traduce en la imposibilidad de “regularización”, que obliga a las señales del cerebro a recorrer caminos mucho más largos.
El funcionamiento de la mente entonces se vuelve deficiente. En específico, se alteraron las vías de comunicación entre las regiones que controlan la atención y en las zonas que regulan las respuestas a los episodios de miedo.
Es durante la infancia y adolescencia, cuando el cerebro más se desarrolla y las alteraciones que sufre en esos momentos, por mínimas que sean, tienen consecuencias mucho mayores en el resto de la vida y sobretodo, en la capacidad que tenemos para responder a determinadas situaciones.
El estudio se realizó a 47 niños que experimentaron el terremoto de Sichuan en el 2008 y la mitad de ellos habían sido diagnosticados con TEPT. Actualmente no hay cura para el trastorno, pero este tipo de estudios son un gran avance para disminuir los síntomas y prevenirlo desde la infancia.
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