Esta es la historia de Abu Jaafar (no reveló su nombre verdadero, accedió a dar su testimonio a cambio de anonimato) que representa un ejemplo de ganarse la vida a costa de la de otros. Su trabajo consiste en hallar gente tan necesitada y desesperada como para perder partes de su cuerpo a cambio de dinero. ”La cantidad de refugiados sirios a Líbano me ha dado mucho trabajo”, admite a la BBC.
Jaafar fue guardia de seguridad en un bar de Beirut, su trabajo no le generaba el ingreso necesario para vivir dignamente, hasta que dio con un grupo que opera con el tráfico de órganos. ”Muchos pudieron haber muerto en Siria, perder un órgano no se compara con los horrores que ya vivieron en esa guerra civil”.
Su establecimiento es un edificio en ruinas cubierto por una lona de plástico donde está una pequeña tienda de café situada en los barrios populares del sur de la capital libanesa. En su interior hay un cuarto con tabiques desgastados por el tiempo, allí es donde Abu comercializa los órganos de 30 refugiados sirios acumulados en los últimos tres años.
”Lo que más piden son riñones. Alguna vez me preguntaron por ojos, tenía a la persona indicada que estaba dispuesta a vender su ojo, al obtenerlo le tomé una foto y se lo mande por WhatsApp a mis clientes. Poco después lo vendí a muy buen precio”, explicó orgulloso.
Hoy, uno de cada cuatro sirios huyó del conflicto interno para refugiarse en el vecino país libanés. Las estrechas calles de los suburbios de Beirut, facilitan el trabajo de los traficantes de órganos para localizar a los vulnerables refugiados que urgen de dinero. La situación para los sirios es precaria, la mayoría no puede trabajar por las restricciones legales del Líbano donde muchas familias a penas se las arreglan para conseguir el más mínimo insumo.
Las víctimas más frecuentes de los traficantes además de los sirios, son los palestinos quienes desde mucho antes que los sirios, buscan címo ganarse la vida en las ciudades libanesas. Para muchos no es conveniente registrarse en la lista de refugiados de la ONU, porque muchos terminan deportados, por lo que se refugian en campamentos de refugiados donde reciben muy poca ayuda.
”Los que están registrados como refugiados, viven el día a día, ¿qué pueden hacer?, su desesperación es máxima lo que los lleva a buscarnos para vender sus órganos. Es una situación complicada”, admite Jaafar. Muchos se ganan la vida haciendo trabajos como limpiar zapatos o robando, pero la venta de órganos es una manera de ganar una buena cantidad de dinero rápidamente.
Operación
Una vez que Abu localiza alguna persona dispuesta, se le venda los ojos y es llevado a una clínica temporal, los médicos operan en condiciones clandestinas. Los donantes se someten a pruebas de sangre para hacer un análisis clínico adecuado para la extirpación pertinente.
”Una vez concluida la operación yo mismo les pago la cantidad acordada y los llevo de vuelta a su refugio o campamento. No dejo de cuidar de ellos hasta que desaparezcan los puntos de sutura y haya cicatrizado por completo la zona operada, lo que pase con ellos después de la recuperación clínica ya no es nuestro problema”, relata el traficante.
Su cliente más reciente fue un chico de 17 años quien huyó de Siria después de que asesinaran a su padre y hermano. El joven refugiado se trasladó al Líbano desde hace tres años donde hace lo necesario para mantener a su madre y sus cinco hermanas. Gracias a Abu, el joven se sometió a vender su riñón derecho por más de seis mil libras esterlinas.
En la sub-región de Medio Oriente, escasean órganos con motivo de transplante debido a los tabúes culturales y religiosos que predominan en el intelecto social. Las familias prefieren la muerte de algún ser querido antes de que reciba una intervención quirúrgica de trasplante.
”El negocio crece rápidamente, porque además de las necesidades de los refugiados, también hay libaneses que sin ninguna dificultad económica buscan órganos para familiares necesitados”, Abu cree que hay al menos otros siete corredores de órganos en Beirut, debido a la demanda creciente.
Como traficante de órganos, Abu sabe que puede ser descubierto por las autoridades, sin embargo no teme a la ley, inclusive demuestra cierto descaro al dejar su número celular en un muro a lado de su casa pintado con grafiti. Siempre carga una pistola consigo.
”Sé que estoy haciendo algo ilegal, pero por lo menos creo que ayudo a la gente necesitada. El dinero que les doy por sus órganos les ayuda a buscar una vida mejor, con ese dinero puede viajar a otro país, o comprar un coche”, relata mientras fuma un cigarro. Yo estoy ayudando a estas personas, lo que diga ley no me interesa”.
https://www.youtube.com/watch?v=EIfPFrzVTv4
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