Por si no fuera suficiente todo lo que la tecnología ya hace por nosotros, ahora también nos da la oportunidad de tener sexo; salvaje, austero o mesurado. Pero es sexo al final del día y los robots, dotados con inteligencia artificial, son algunas de las creaciones más cotizadas del momento que entrarán a los terrenos de los placeres más básicos de los seres humanos.
A principios de año, el mundo conoció a Samantha, una muñeca sexual capaz de tener orgasmos, quien oferta sus servicios en un burdel de puros artificios cachondos. Su creador, el ingeniero español Sergi Santos, inauguró una nueva era de los juguetes sexuales y cada vez más hombres se van sumando a las filas del sexo artificial.
Algunas de las empresas que comercializan los robots sexuales aseguran que pueden ayudar mejorar nuestra autoestima y son una buena alternativa para las personas que tienen algún tipo de disfunción o discapacidad (eyaculación precoz, por ejemplo), así como para todas aquellas que presentan dificultades para tener relaciones íntimas debido a experiencias traumáticas.
Sin embargo, un estudio reciente publicado en la Fundación para la Responsabilidad Robótica (FRR) señala que tener relaciones con robots sexuales fomenta que las mujeres sean vistas como un objeto, que los pederastas y violadores se vean alentados a continuar con sus conductas ilegales e incluso, pueden llegar a pervertir las relaciones humanas y difuminar los límites del sexo consensuado cuando se interactúa con personas de carne y hueso.
En el caso de la objetivización de las mujeres, el doctor Aimee van Wynsberghe, codirector de la FRR asegura que aunque hay versiones masculinas y femeninas de los robots, las versiones de mujeres son “representaciones obtenidas de la pornografía” y eso afecta directamente a las relaciones humanas.
Asimismo, animaría a violadores pues aunque algunas personas piensan que es mejor “que violen a los robots” que a las personas reales, la conducta de la violación seguiría presente.
Otro de los temores que advierte el estudio es que empiecen a proliferar los robots sexuales con forma de niños, bajo el argumento de impedir que los pedófilos abusen de niños “reales”. Pero esto podría tener un efecto contrario, ya que alienta la idea de que es “aceptable” abusar de menores de edad.
Patrick Lin, director de la Universidad Estatal Politécnica en California afirma que “tratar” a los pedófilos con niños sexuales robot es una idea dudosa y repulsiva”, pues equivale a contrarrestar el racismo permitiendo que un fanático abuse de un robot marrón.
En la actualidad, estos artilugios cachondos tienen un precio que va desde los 5 mil hasta los 15 mil dólares, un lujo que muy pocos pueden darse. Sin embargo, es probable que poco a poco haya más empresas que ofrezcan productos mucho más accesibles hasta el día en que casi todos puedan hacerse de un robot sexual para irse a la cama con ellos.
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