Las empresas que desarrollan aplicaciones y los directivos de redes sociales están cada día más preocupados por saciar las necesidades de sus clientes y lograr que más ciudadanos se unan a sus filas.
Los consumidores están obsesionados. Se inmiscuyen en la vida ajena de manera viciosa y los ajenos exhiben (también de manera viciosa) sus actividades cotidianas en el aparador universal y cada vez más cristalino e interactivo de las redes sociales.
Tomando en cuenta dichas filias, apuestan por el streaming, por presentar contenido en tiempo real y permitir que los usuarios vean al momento lo que todos están haciendo. Conocidos, desconocidos, allegados, distantes, enemigos secretos, amistades olvidadas: no hay discriminación.
Una de ellas es Snapchat, la red del “fantasma” que acertadamente representa lo que provoca. Vemos pasar la vida de los demás fugazmente, elegimos cuáles de sus historias son lo suficientemente interesantes como para dejarlas correr completas (los seis segundos enteros). Pasan desapercibidos y se van, casi no los vemos, apenas los sentimos. Son espectros.
Por sucumbir a la adicción digital, los 150 millones de “sapchateros” que ven o comparten sus historias (microcuentos), omiten los peligros a los que se exponen. Amnistía Internacional ha advertido sobre ellos.
De acuerdo al diario El País, la aplicación es una de las más vulnerables a sufrir ciberataques y donde los usuarios corren más riesgo de ser espiados por la autoridad. Para ello, tomaron en cuenta factores que definen la seguridad como el cifrado de la comunicación y la transparencia del servicio frente a una solicitud de acceso por parte de las autoridades.
El cifrado y la encriptación logran que tanto emisor como receptor compartan una clave única con la que logran acceder al contenido (texto, voz y video) que viaja completamente ininteligible por la red.
La aplicación de las apariciones ni siquiera cuenta con un sistema de cifrado. Sherif Elsayed-Ali, director del Equipo de Tecnología y Derechos de Amnistía Internacional sentencia que si nosotros pensamos que los servicios de mensajería instantánea son “privados”, habremos de prepararnos para llevarnos una gran sorpresa.
“Las personas jóvenes, que son las más prolíficas compartiendo datos personales y fotografías a través de aplicaciones como Snapchat, están especialmente expuestas”, afirmó.
Sin el cifrado somos totalmente vulnerables a que nuestra información viaje desprotegida, propensa a ataques de hackers o a espionaje autoritario. Sin el cifrado de ambas partes, todos pueden observarnos.
*Con información de: El País, Bloomberg.