Después de la firma de la Paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el gobierno central colombiano intentó mantener negociaciones con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), tras una guerra que desangró al país cafetalero durante más de 50 años. Sus estragos dejaron marcas imborrables en la memoria y en los cuerpos de los guerrilleros y milicias.
Stivinson Mena, exsoldado que se dedicaba a patrullar a pie la zona rural de San Vicente del Caguán al sureste colombiano, fue víctima de un bombazo que le dejó inconsciente por varios minutos. Al despertar revisó su cuerpo y notó que su pierna izquierda ya no estaba unida a su cuerpo, la sangre le cubría toda la masa corporal y sus manos y pecho se encontraban heridos, despertó con un zumbido en la cabeza que hoy prevalece.
Faltaba algo más…
”Cuando miré mi zona genital, me di cuenta que tenía un testículo hecho trizas. Esa fue la parte que más sufrí”, dijo Mena a la BBC. ”Nunca podré tener hijos”. Era el 21 de junio de 2015 cuando Stivinson de 24 años, sufrió pérdida parcial del testículo izquierdo y mutilación severa en el pene.
Este tipo de heridas que terminan en mutilaciones, son conocidas como Trauma Genital o Urinario, dichas heridas fueron frecuentes en todo Colombia a lo largo de la guerra. No existen cifras oficiales sobre los mutilados por las explosiones de minas antipersonales o bombas de explosión casera, muy frecuentes en las guerrillas campales.
La bombas antipersonales, son una herramienta de guerra popular muy frecuentes por su bajo coste y facilidad para fabricarlas de manera casera. En Colombia, una mina puede costar cerca de dos dólares (entre 4 mil y 6 mil pesos colombianos) y resulta muy simple instalarlos con una diversidad importante en sistemas de detonación y puede ser instalada fácilmente en terrenos cubiertos de maleza, como en la campiña colombiana.
”Muchas minas vienen mezcladas con un sistema masivo de proyectil, parecido al de las metralletas y puede contener materia fecal, veneno, detergente o puntillas de acero. Es una creatividad malévola”, explicó el coronel Hector Orjuela, coordinador del Servicio de Amputados y Prótesis del Hospital Militar Central en Bogotá a Natalia Guerrero, investigadora de la BBC.
”Sino te mata la mina, te puede matar la infección que se aloje en la herida”, frase frecuentada por guerrilleros y especialistas médicos.
Cifras y Testimonios
César Cruz, urólogo especialista en el hospital militar, recuerda que en el auge de la guerra, los helicópteros médicos traían diariamente entre cinco y diez soldados heridos por bombas antipersonales. La mitad sobrevive con amputaciones severas del torso hacia abajo, como el caso del soldado Stivinson Mena. La cifra más cercana de amputados es de 15 mil soldados (cifra no oficial), según información de la BBC.
Entre 2015 y 2016, las estadísticas de heridos y amputados disminuyeron un 70,6 por ciento. Mientras que en el periodo de 2016-2017 disminuyó a cero, según cifras de la Oficina de Bienestar del Ejército de Colombia. El caso de Mena fue de los últimos registrados.
Las características del soldado Stivinson Mena son las más frecuentes de entre los soldados mutilados: veinteañeros, procedentes de zonas rurales de escasos recursos, y de estudios finiquitados hasta la primaria.
Muchos exguerrilleros siguen los pasos de Mena. Al borde de la muerte por su accidente (como él le llama), fue rescatado por sus compañeros de pelotón y llevado al centro de salud más próximo en San Vicente del Caguán, lugar donde fue operado y estabilizado. Posterior a la recuperación física, viene la psicológica, y la prótesis para su pierna. Su rehabilitación la hace en el Centro Basán fundada en los años ochenta para albergar milicias incapacitadas para la acción bélica. Allí los soldados pasan meses e incluso años para su recuperación total.
”La complejidad de las heridas era sustancial, dependiendo del tipo de arma se tenía que tratar las heridas de los soldados, las lesiones comprendían múltiples sistemas orgánicos como las extremidades superiores e inferiores”, detalló el urólogo César Cruz.
Aproximadamente el 20 por ciento de los afectados tiene cierto grado de afección en el aparato urinario o en el sistema reproductor. Ese 20 por ciento (calcula Cruz), se refiere alrededor de 3 mil hombres que sufrieron mutilación o trauma.
”Los casos más comunes eran laceraciones en la piel del pene y escroto, quemaduras o daños permanentes en los tejidos que requerían penectomía (extracción parcial o total del pene) o extirpación de alguno de sus testículos”, explicó el urólogo.
La reconstrucción genital y sexual
Los médicos aseguran que Mena puede recuperar el 85 por ciento de su función sexual, eventualmente puede ser papá en algún futuro y definitivamente podrá orinar por medio de su pene. Todo a pesar de que perdió la mayor parte de su miembro y el 75 por ciento de sus testículos.
La cirugía reconstructiva del exguerrillero involucró a 12 médicos especialistas de todo el mundo en prótesis y regeneración de tejidos, la operación liderada por el doctor Cruz duró alrededor de seis horas y fue vista en streaming por 600 personas. En seis meses el equipo médico realizará la segunda parte de la reconstrucción.
”Si se trata de amputación del pene, podemos hacer una reconstrucción con el tejido del antebrazo y con cirugía microvascular. La prótesis se haría para atender el problema de disfunción eréctil” detalló Cruz. En el caso de Stivinson, sufre una ausencia de uretra peneana y bulbar.
No todos los soldados que perdieron uno o dos testículos requieren de prótesis, dependerá siempre de la gravedad de la herida y de cómo afecte la percepción de masculinidad. Muchos soldados afectados se vieron incapaces de eyacular, por lo que necesitan técnicas de fertilización asistida para poder ser padres.
En un país como Colombia, los costos de fertilización artificial para los soldados heridos están cubiertos por el sistema de salud militar, sin embargo no existen cifras oficiales de cuántos soldados se han sometido a dicho seguro.
Estigmatización de la mutilación genital
Colombia es un país con una sociedad predominantemente machista, católica, conservadora y basada en los valores familiares. Muchos soldados y sus parejas se ven afectados en su vida sentimental por la pérdida de órganos sexuales. ”Después de sufrir la mutilación de su aparato reproductivo, el autoestima y la percepción sexual baja y cambia drásticamente. Se vuelven más irritables e inseguros de sí mismos, incluso los terapistas ayudan a la pareja, no sólo al soldado”, explicó la neuropsicóloga Diana Fajardo, investigadora del Centro de Rehabilitación Inclusiva.
Fajardo se refiere a ”el par” cuando una persona afectada se ve reflejada en su pareja. Sufren, trabajan y luchan por volver a la normalidad en pareja, la parte más complicada es la rehabilitación sexual completa. ”En Colombia el tema de la sexualidad es un poquito complicado, se ve aún como un tabú o algo obsceno, lo que hace la rehabilitación más complicada para el entorno”.
El par es un proceso fundamental en la rehabilitación física, psicológica y afectiva, y es sumamente importante para la reinserción social.
El futuro de Stivinson Mena
Mientras espera la segunda parte de su cirugía, el exsoldado estudia el bachillerato con una actitud positiva. Calcula que el próximo año podrá retomar su vida normal.
”Quiero volver a mi pueblo para montar un negocio independiente, una especie de mercado con carnicería”. Mena se encuentra entusiasmado por la posibilidad de ser padre. Camilo será el nombre de su primer hijo.
*
Podría interesarte:
Angel Marie, la pony que pudo volver a galopar gracias a una prótesis.
¿Qué se siente tener una cámara de prótesis en el cuerpo?
Robot protagoniza obra de teatro por primera vez.