“Don Chico subía, tú lo viste muchas veces, al cerro más alto para contemplar las distantes montañas azules y perdidas entre el vaho que viene de la selva.” Eraclio Zepeda
Región de los monolitos y el verdor insensato. Considerada como uno de los ”pulmones” de América, la Selva Lacandona se extiende por 1.8 millones de hectáreas, principalmente en las Montañas del Oriente de Chiapas.
El nombre “Lacandona” se originó en una comunidad indígena maya que se asentó en las orillas del lago Miramar y cuyo centro ceremonial se ubicaba en una isla denominada Lacan-Tun, que significa “piedra de gran tamaño” o “peñón”. Cuando los españoles llegaron a conquistar sus tierras, se referían a ellos como el pueblo de Lacantún palabra que derivó a Lacandón y finalmente a Lacandones.
El periodista Iván Restrepo expone en una de sus columnas en el diario “La Jornada” que la historia de invasión y depredación en la selva empezó 50 años atrás, cuando familias indígenas fueron expulsadas de sus fincas y tuvieron que buscar tierras deshabitadas en esa región selvática para asentarse.
Todo esto fue producto de una resolución del presidente Luis Echeverría, quien adjudicó 614 mil hectáreas de selva chiapaneca a 66 familias lacandonas, pero dejó fuera a otros pueblos indígenas que también habitaban ese territorio.
Pero detrás de ese reconocimiento agrario estaba el interés de la empresa paraestatal Corporación Forestal de la Selva Lacandona (Cofolasa), que pretendía explotar maderas preciosas.
La práctica agrícola denominada “roza-tumba-quema” tenía el objetivo de preparar nuevos campos para cultivo. Por aquellas épocas de sequía el humo elevado de dicha actividad imposibilitaba el aterrizaje en los aeropuertos de Tuxtla Gutiérrez y San Cristóbal de las Casas, por lo que los gobernadores Manuel Velasco Suárez y Jorge de la Vega Domínguez intentaron convencer a la población de los efectos negativos que tenía esa práctica agrícola, exhortándolos a entregar sus campos de cosecha, que lograban su subsistencia.
Desde entonces la selva ha recibido amenazas ambientales similares y hoy los indígenas aseguran que de no erradicar la corrupción de las autoridades, las invasiones ilegales, la tala clandestina, la ganadería descontrolada y el tráfico de flora y fauna, ésta podría desaparecer en tan sólo 10 años.
Durante una reunión que sostuvieron los indígenas chiapanecos con legisladores y autoridades del medio ambiente, tocaron el tema de la problemática de la Reserva de la Biósfera Montes Azules.
El diario “La Jornada” expone que Pablo Chankin, presidente del Santuario de Cocodrilo Tres Lagunas, dijo durante la reunión que le preocupa ver que cada año esta región, que debería ser considerada como patrimonio de los mexicanos y no devastada sin que los responsables del medio ambiente tomen medidas al respecto.
Tan sólo en Montes Azules existen tres comunidades formadas tras estas invasiones ilegales, que sólo se podrían regularizar con apoyo del gobierno para brindarles todos los servicios. De igual manera, el lacandón Jaime Chancayun acusó a los ejidatarios de talar ilegalmente, mientras que no hay autoridad que castigue a los cazadores.
De acuerdo al presidente, estas acciones no se han manifestado porque toda la devastación e invasiones son perpetuadas por las mismas autoridades, que “organizan grupos para irrumpir en diversas zonas protegidas” y cobran indemnizaciones que se destinan al gobierno estatal y federal tras su expulsión.
La Selva Lacandona también es tierra de arqueología y culturas prehispánicas: Palenque, Toniná, Bonampak y Yaxchilán. Por si fuera poco, también es considerada como una de las regiones que cuenta con mayor biodiversidad del país y del trópico húmedo del continente americano.
Los científicos han encontrado en sus tierras nuevos tipos de flora, además de las 300 especies de árboles y cuenta con la mayor abundancia de mamíferos terrestres por hectárea en todo el territorio de México.
Esta reserva natural ha perdido, en siete décadas, 80 % de su superficie por la tala y la deforestación descontrolada, fulminarla sería una pérdida ambiental y cultural irreparable.
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*Fuente: La Jornada, México Desconocido.