El año pasado, como parte de sus políticas de defensa nacional, Estados Unidos decidió adelantarse en la carrera armamentística global y edificó en Rumania, muy cerca de Rusia, a “Aegis”, una barrera antimisiles para blindar a Europa. La égida le brindaría a Estados Unidos la misma protección invulnerable con la que los dioses griegos Zeus y Atenea salían al combate, escudados de todo mal.
Bajo el artefacto norteamericano, los países que conforman la Organización del Tratado Atlántico Norte lograrían esquivar algún ataque de misiles balísticos de mediano y corto alcance arrojados por algún “estado paria”, término empleado por EUA para referirse a todas aquellas naciones “hostiles” que no se apegan a las normas internacionales y que son una amenaza latente para su supremacía.

La realidad es que las barreras que EUA construyó con el pretexto de salvaguardar a sus aliados (obligados o conscientes) se ha transformado en un amago para Rusia, el presagio de la hecatombe: un ataque nuclear sorpresivo. Y el jefe adjunto de la Dirección de Operaciones del Estado Mayor, Víctor Poznijir, está consciente de ello.
Durante al Conferencia de Desarme llevada a cabo en Ginebra, Poznijir sentenció que tanto los sistemas antimisiles como los barcos de guerra norteamericanos que se mueven cerca de las fronteras rusas aumentan las posibilidades de que el país reciba un ataque nuclear “fulminante” y sorpresivo.

Específicamente, se refirió a las embarcaciones que navegan con hasta mil misiles de crucero (una especie de “avión no tripulado”) con un alcance de hasta 2 mil 500 kilómetros en el mar Báltico y en el mar Negro una amenaza creciente para el “territorio europeo” de Rusia, mientras que la barrera provoca una carrera armamentística.

A principios de este año, EUA remarcó su alcance nuclear su poderío de armas cuando acordó entregar a Polonia cientos de misiles de crucero con un alcance de hasta mil kilómetros y arreció preocupaciones rusas, que ya habían echado raíces desde la construcción de Aegis en la base de Deveselu, en Rumania, a poco más de 500 kilómetros de la parte rusa de la península de Crimea.

Actualmente, el gobierno estadounidense planea construir otra barrera cargada con radares y misiles interceptores en Polonia, defensa que para Poznijir significa “un símbolo para el aumento” de ese tipo de edificaciones a nivel mundial y que inevitablemente desata una carrera por el control a través de las armas.

La tecnología con la que cuenta EUA permite que los radares “defensivos” puedan rastrear las posibles trayectorias de vuelo de todos los misiles balísticos que salgan de Rusia hasta sus tierras, un “control absoluto” del territorio ruso que interfiere con el diálogo nuclear que desestabiliza y “reduce las posibilidades de diálogo”, ya que obliga a otros países a tomar medidas para contrarrestarlos.

Ahora, Rusia se ve en la necesidad militar de responder con nuevos mecanismos de defensa y combatir la “nefasta” desestabilización estratégica que deriva en la creación y despliegue del escudo antimisiles y que amenaza al equilibrio de las fuerzas estratégicas del resto del mundo.

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