“Nosotros no pedimos felicidad, sólo un poco menos de dolor”, dijo alguna vez Charles Bukowski. Y es verdad, las características de una persona “feliz” son mucho más complejas, incluso que los elementos de la decadencia humana.
Los científicos, al menos, coinciden en algo: el dinero no influye demasiado en la felicidad, mientras que las relaciones fracasadas y la inestabilidad mental tienen un impacto directo en la miseria personal.
Investigadores de la London School of Economics (LSE) presentaron el estudio “The Origins of Happines” (“Los orígenes de la felicidad”) con el objetivo de que expertos alrededor del mundo usen los resultados como una evaluación del bienestar de los ciudadanos a lo largo de sus vidas y la implicación que eso tiene para establecer políticas públicas y programas sociales que reduzcan la infelicidad.
El hallazgo más significativo fue que la ansiedad y la depresión impiden que seamos felices: erradicarlas reduce la miseria en un 20 por ciento, mientras que terminar con la pobreza sólo lo disminuye en un 5 por ciento.
La educación tampoco parece tener una influencia determinante en el bienestar de la población en comparación, por ejemplo, con tener una pareja emocional. El factor predominante, que puede “predecir” la felicidad durante la vida adulta no tiene sus bases en las calificaciones que reciben los infantes sino en la salud emocional.
Para lograrlo, los investigadores sugieren que se debe comenzar a invertir en campañas de salud que reduzcan los padecimientos mentales, las cuales serían autofinanciadas: el gobierno recuperaría el gasto con los nuevos empleos que se generarían y una disminución en el costo de los centros de salud, pues con el tiempo menos personas necesitarían intervenciones.
El estudio se basó en datos recabados en Australia, Reino Unido y Estados Unidos, en donde examinaron y “midieron” las respuestas de poco más de 200 mil personas respecto a qué elementos de sus estilos de vida tienen un mayor efecto en la felicidad de los ciudadanos.
Uno de los líderes de la investigación, Lord Richard Layard, sentenció que en promedio, las personas no han revelado ser más felices durante los últimos 50 años, a pesar de que el ingreso económico incrementó.
Esto se debe a que cuando las personas evalúan sus ingresos o su educación, la “miden en comparación de las normas locales existentes”: aunque haya una mejora o incremento en los ingresos de unos, los de otros caerán y eso evita que se modifique el promedio general.
Toda esta evidencia dicta que las cosas que más nos importan en la vida para ser felices (o para ser desdichados) son las relaciones sociales que establecemos y nuestra salud mental y física, lo que obliga a que el Estado “tome un nuevo rol: no la creación de riqueza sino la creación del bienestar”.
Layard asegura que en el pasado, los gobiernos (que conforman el estudio) han logrado hacer frente a la pobreza, al desempleo y a la educación, pero “son igual de importantes factores como la violencia doméstica, el alcoholismo, la depresión y la ansiedad”.
En conclusión: “tener una pareja es tan bueno para ti así como estar desempleado es tan malo”.
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