Entre la violencia, la inseguridad y la corrupción que caracterizan a México, todos factores que afectan directamente los derechos humanos de los habitantes de este país, se ha diluido la importancia de proteger otros derechos que actualmente se están viendo vulnerados pero a los que nadie pone atención por su naturaleza cultural.
El politólogo y promotor cultural Jesús Cruz Villegas, asegura en su más reciente libro “Pasos Sonideros”, publicado por la Secretaría de Cultura del Gobierno federal y la editorial Proyecto Literal, que dentro de los grandes problemas que conciernen al tema de los derechos humanos actualmente se encuentra la idea, especialmente entre los capitalinos, de que es más importante que se tengan servicios públicos a que se generen espacios de identidad cultural.
Esta hipótesis que explora en su libro proviene de una investigación en la que el autor profundiza en el movimiento de los sonideros en la capital del país como una muestra clara de ese desconocimiento y en consecuencia, falta de ejercicio de los derechos culturales entre aquellos individuos o grupos que han contribuido a la creación y forman parte de la identidad cultural urbana, así como el desdén y rechazo de las autoridades por estas prácticas culturales populares. “El universo sonidero es inconmensurable. Se ha visto desde el arte contemporáneo, lo antropológico, la teoría social y la sociología de la cultura. Sin embargo, a pesar de ser considerado un elemento importante de la cultura popular, no se ha concebido su aporte para la defensa de los derechos culturales en nuestras sociedades”, destaca Cruz Villegas.El término sonidero está ligado desde su origen a mediados del siglo XX con la representación e identidad de los barrios en diferentes ciudades de México, aunque especialmente en la capital del país. Son figuras de identidad cultural muy importantes para muchos barrios, incluso han llegado a formar parte de una tradición ya establecida.
El especialista precisa que el sonidero es lo que se conoce en la actualidad como dj o mezclador que ameniza con su voz y su presencia un acto social o fiesta realizado en la calle u otro espacio público, como una plaza o un mercado.
Sin embargo, poner música no convierte a cualquiera en sonidero, “lo más importante para poder entrar dentro de esta clasificación es: poner música; que ésta sea del género tropical (como cumbia, guaracha, salsa, son, ballenato, rumba, chachachá); adoptar un nombre artístico; apropiarse de los valores sonideros: hablar y enviar saludos entre las canciones; así como tener un logotipo, y presentarse en nombre de un barrio”, explica Cruz Villegas.De acuerdo con el experto, cada vez es más difícil poder llevar a cabo estas prácticas culturales populares, pues a pesar de que su alcance y popularidad se ha extendido hasta llegar a museos y también a otras esferas que no pertenecen a lo popular, hay ciertos elementos de ese mundo que se encuentran en peligro, como el derecho a utilizar las calles para los bailes, dijo el politólogo.
“No está escrito, pero en los hechos hay una prohibición de que se realicen bailes en las vías públicas de la Ciudad de México. Con ello se puede perder uno de los elementos fundamentales del mundo sonidero, que es ejercer su derecho al espacio público”, comentó Cruz Villegas, quien añadió que las autoridades muchas veces prohíben estas prácticas con la excusa de que nada más son utilizadas para promover la violencia y el uso de drogas impunemente.
Por último, el escritor advierte en su nueva obra que cuando se cancela un baile no sólo se está cancelando el tema cultural de la identidad de los sonideros, sino también el de los asistentes al encuentro y explicó que los sonideros existen porque no toda la gente podía ni puede acceder a los grandes salones ni a una discoteca; por eso se hacen bailes en las calles.
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