Hace 15 años, el sacerdote Juan Manuel Riojas, alias “El Padre Meño”, abusó sexualmente de dos seminaristas cuando eran niños, cobijado por su cargo como director del Seminario de Piedras Negras, en Coahuila.Su denuncia penal es descrita por el aún seminarista Roberto Javier Calzada Tamez y el exseminarista Ignacio Martínez Pacheco, como un verdadero calvario para darle marcha al caso judicialmente porque el padre “está protegido”.En el portal Sin Embargo, la periodista Sanjuana Martínez revisó el expediente judicial con la denuncia contra el Obispo Alonso Gerardo Garza Treviño y autoridades eclesiásticas como el Nuncio Apostólico del Vaticano, Franco Coppola, por conspiración a la pederastia clerical.
A inicios de abril pasado, cuando la Procuraduría General de Justicia del Estado de Coahuila giró una orden de aprehensión en contra del “Padre Meño” por el delito de abuso sexual contra los seminaristas, el caso estaba en completo hermetismo.
Pese a la orden de aprehensión, el acusado ya cuenta con un amparo y en su defensa –de tres abogados-, figura Santos Vázquez Estrada, quien es exdelegado de la Procuraduría General de Justicia en las regiones Centro y Norte Uno de Coahuila, es decir, un exfuncionario de gobierno en la entidad.Uno de los afectados, Martínez Pacheco, asegura que al padre Meño lo protegen desde las esferas más altas del poder, como el gobernador saliente Rubén Moreira, quien le prometió que el sacerdote sería detenido, pero este ha logrado esconderse muy bien.Algunas de las vejaciones ocurrieron de noche en los dormitorios de los seminaristas (como se llama a los jóvenes que quieren convertirse en sacerdotes de la Iglesia Católica, quienes viven, estudian y duermen en el sitio), con la actitud de hacer pasar los encuentros sexuales como un episodio normal y casual.
Con inquietud, los agredidos dieron a la periodista sus testimonios de cómo actuaba el cura, quien les hablaba de sexo y masturbación mientras caminaban por los pasillos del Seminario, tocándolos del hombro.Luego del recorrido, se sentaban en bardas y el padre les jalaba el cuello para dirigir su cabeza hacia su pene, e introducirlo en la boca de los adolescentes. Luego, el sacerdote sólo decía: “Vete a dormir. Esto queda entre tú y yo”.Ignacio Martínez contó lo ocurrido al Obispo de Piedras Negras, Alonso Gerardo Garza Treviño, quien le pidió no dijera nada a sus padres o a la prensa, pero finalmente lo expulsaron del seminario.El otro denunciante, Roberto Calzada, tuvo mejor suerte con las autoridades eclesiásticas, y al viajar a Monterrey para continuar con la segunda parte de su formación sacerdotal, escribió sobre su violación y sus directores espirituales lo animaron a interponer una denuncia en contra de su abusador, el padre Meño.Los afectados aseguran que tras el escándalo de su caso, muchos seminaristas abandonaron la carrera eclesiástica, ya que sospechan también fueron abusados por el cura, quien está prófugo.
***