«El orden es el placer de la razón, pero el desorden es la delicia de la imaginación». Paul Claudel, autor de esta frase, era un poeta francés que representaba al catolicismo en la literatura moderna, pero, paradójicamente, el desorden le atraía tanto que lo hizo parte de la mayoría de su obra.
Ser ordenado es sinónimo, en la sociedad, de ser una persona limpia, pulcra, responsable y recta. Es, según la periodista del diario El País, Andrea Aguilar, una omnipresente obsesión contemporánea que llena las tiendas de secciones con organizadores para la recámara, la cocina, el espacio de trabajo.
Pero el orden no es precisamente un concepto que acompañe a la creatividad. Un estudio conformado por varios experimentos realizados por psicólogos de la Universidad de Minnesota, reveló que el tan pisoteado desorden favorece la mente de aquellas personas que son creativas.
*Foto: Catch News.
Kathleen Vohs, científica líder de este grupo de psicólogos estudiosos, descubrió en 2013 que, en un ambiente ordenado, un grupo de participantes se inclinó a apoyar causas nobles a través de donaciones y que, si les dabas a elegir entre manzanas y dulces, elegían lo sano que la fruta les ofrecía.
Pero, descubrieron también, que aquellas personas con un perfil creativo o artístico decidieron elegir los dulces sin dudarlo mucho tiempo. Los experimentos también los realizaron con pelotas de ping pong. Los participantes tenían que proponer nuevos usos para estos artículos. Vohs aseguró que «quienes estaban en un cuarto desordenado, encontraron más soluciones y notablemente más originales».
Probablemente nuestra búsqueda del orden pueda parecer más una cuestión obsesiva por la estética. Es más, aunque el desorden no sea visualmente atractivo, se comprueba científicamente que sirve para conseguir objetivos a corto plazo, más que si se tuvieran en orden las cosas.
*Foto: Lenin Valdiviezo.
Un estudio de los investigadores holandeses Bob M. Fennis y Jacob H. Wiebenga en 2015, demostró que el desorden estimula la necesidad de las personas para completar una tarea, alcanzando de esta manera su propio concepto de orden. Concluyeron que seguramente ver un escritorio, por ejemplo, en completo desorden, generaba algún tipo de presión que aumentaba conforme se acercaba la fecha de entrega de un trabajo específico.
A través de estos experimentos, entonces, se pretende dar un poco de fuerza a las mentes creativas que no aluden precisamente al orden para conseguir sus objetivos. Se consigue así que no se logre intimidar a aquellos desordenados que, en medio de su caos, encuentran todo lo que los demás tienen: orden.
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