Ayer a las cuatro de la tarde terminó el plazo para recibir propuestas de proyectos para la construcción del gran muro, del “bello” muro que Donald Trump planeó edificar desde su campaña presidencial y para el que firmó la orden ejecutiva el pasado 25 de enero. “México pagará por él”, sentenció imperturbable. El financiamiento no recae exclusivamente en lo económico, sino también en lo humano, lo político y lo social.
Bloquear los 3 mil kilómetros que marcan la frontera entre ambas naciones se está convirtiendo en una hazaña complicada. Además de las dudas y preocupaciones de las compañías que podrían construirlo y que están a punto de ebullición, los propietarios privados de los terrenos están cada vez más dispuestos a darle batalla legalmente y al parecer, ni siquiera el presupuesto de EUA para el 2018 les alcanzaría.
Aunque en un inicio decenas de empresas estadounidenses y extranjeras se interesaron en la construcción del muro y presentaron proyectos ambiciosos, las compañías de construcción e ingeniería más grandes, con la experiencia necesaria ya no están interesadas en iniciar un proceso de licitación.
De entrada, las tres compañías que han recibido más contratos gubernamentales en EUA no mostraron su interés de formar parte del proyecto en ningún momento.
Hay varios factores que han detonado esa negativa. Para la CNN, el presidente del Consejo Americano de Compañías de Ingeniería, Dave Raymond, dijo que muchas compañías que poseen los recursos y la experiencia para “manejar y desarrollar un proyecto tan largo y tan complejo se están alejando de él principalmente por preocupaciones respecto a un contragolpe político”.
Asimismo, las compañías también están preocupadas por su prestigio. Si deciden sumarse a la construcción de una barrera exclusivamente racista, aunque el pretexto sea la seguridad nacional (¿cuántos terroristas han entrado por esa frontera?, por ejemplo), sus oportunidades de iniciar negocios en otros países se verían afectados y que el proyecto ha recibido demasiadas críticas internacionales.
Los líderes de otras naciones e incluso de otros estados dentro del mismo territorio dirían “ellos construyeron otro muro de odio, no son bienvenidos”. California y Nueva York, por ejemplo, ya presentaron iniciativas de ley para que las empresas que se involucren en el proyecto queden en “la lista negra” para futuras licitaciones o concesiones. Y si las leyes se promulgan, éstas perderían millones de dólares, explica CNN.
Además de los riesgos políticos y económicos, se suma a la lista de problemas la incapacidad que tendrían las empresas que sí decidan seguir con sus propuestas para contratar a trabajadores que estén dispuestos a construirlo y el presupuesto escaso: Para el año fiscal 2018, el monto de dinero no alcanza “ni siquiera para iniciar los trabajos, cuyo costo mínimo será de 21 mil 600 millones de dólares”, revela El Universal.
Por si fuera poco, a esa cantidad insólita de dinero se deberá agregar un monto de 13 mil millones de dólares para su mantenimiento. Mientras tanto, el mismo Departamento de Seguridad Nacional sentenció ayer que tienen dinero para los prototipos pero no para los planes de largo plazo.
“Después veremos las decisiones presupuestales para las fases futuras de la construcción del muro”, explicó el vocero del Departamento, David Lapan.
Mientras tanto, en California, Arizona, Nuevo México y Texas muchos dueños de terrenos que deberían adquirirse en primer lugar antes de iniciar las construcciones están dispuestos a demandar. Por ejemplo, Al Jazeera entrevistó a la familia Flores, que vive en Los Ebanos, Texas y que viven en la ribera del Río Grande desde hace un siglo.
El pasado enero, recibieron una carta, una “declaración de adquisición”, redactada por el gobierno norteamericano y en la que establecía que iban a quitarles alrededor de 5 mil metros cuadrados para la construcción del muro y a cambio recibirían poco menos de 3 mil dólares (alrededor de 60 mil pesos).
“Nosotros tenemos tantas memorias aquí, pero al gobierno no le importará eso”, dice Aurora Flores. Ella y su familia están seguras de que ninguna barrera impedirá por completo el paso de los inmigrantes que hallarán una nueva forma de cruzar siempre.
El Universal dice que muchos expertos están llegando a la conclusión de que “el proyecto de Trump no es realista, que representa un monumental desperdicio de dinero y que su plazo de construcción rebasaría los cuatro años”, así que ni el mismo Trump logrará verlo alzado para cuando termine su mandato.
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