El 11 de marzo de 2011 un terremoto de 8.9 grados se produjo cerca de la costa noroeste de Japón. Las consecuencias de ese movimiento telúrico fueron graves, se produjo un tsunami que afectó gravemente la central nuclear de Fukushima Dahiichi, en la costa del país asiático.
Con la embestida de la naturaleza pasó lo que muchos temían: un accidente nuclear en la planta de Fukushima, mismo que fue catalogado como el más grave de la historia después del incidente nuclear de Chernobyl. Hoy se sabe que en el momento del accidente nuclear la central de Fukushima disponía de 6 reactores nucleares, de los cuales el 1, 2 y 3 estaban operando, mientras que los reactores 4, 5 y 6 estaban parados por mantenimiento.
Para enfriar los reactores en este tipo de centrales nucleares, se necesita energía eléctrica, generalmente de la red, pero a causa del terremoto la red eléctrica no funcionaba. Aunque empezaron a funcionar los motores diésel para generar esta electricidad, estos también se estropearon, por lo que empezaron los problemas de refrigeración del núcleo del reactor, lo que terminó en varias explosiones catastróficas.
*Foto: Nucleares
Seis años después de ese gran desastre nuclear los focos rojos se han vuelto a prender pues se han detectado desechos radiactivos en un lugar inesperado. Se trata de las arenas y aguas subterráneas que se encuentran a más de 100 kilómetros de distancia de la planta nuclear, algo que supone el conocer cuán lejos se puede propagar el material nuclear y el daño que representaría.
Los científicos Seiya Nagao, de la Universidad Kanazawa, y Virginie Sanial, de la Institución Oceanográfica de Woods Hole, se dedicaron a tomar muestras en ocho playas entre 2013 y 2016. En las pruebas se encontró cesio 134 y cesio 137, algo que si bien el segundo podría venir de pruebas nucleares realizadas durante los años 50 y 60, el primero sólo pudo llegar de la planta.
Aunque los investigadores aseguran que la cantidad de desechos hallada no supone ningún peligro para la salud humana, el viaje de los desechos nucleares hace replantearse que las centrales nucleares se ubiquen en las costas. Esta reflexión llama la atención si sabemos que existen 440 plantas operativas en todo el mundo situadas en el litoral.
*Foto: Gizmodo
«Es como si la arena actuara como una esponja que se contaminó en 2011 y sólo va disminuyendo lentamente», explicó en la investigación Ken Buesseler, miembro del equipo del estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences.
Los científicos aseguran que tras el accidente, se habría expulsado material radiactivo a la atmósfera que terminó en el mar. Las olas habrían arrastrado las partículas a playas distantes y ahí el cesio se pegó a la arena que llega hasta 90 centímetros de profundidad, algo que afecta las aguas subterráneas en las que se mezcla agua dulce y salada.
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