Douglas dejó la albañilería. La crisis en Venezuela provocó que el lugar para donde trabajaba, cerrara. Su siguiente objetivo fue buscar un empleo que le permitiera sobrevivir no sólo a él sino también a su madre, quien recibe una pequeña pensión tras haberse jubilado.
En las coladeras, en las cañerías, Douglas Vargas encontró esa actividad. Pese a los riesgos por infecciones que pueda adquirir, decenas de personas se sumergen en las cañerías y se adentran en las coladeras para encontrar plata, cobre o cualquier tipo de metal que pueda venderse después.
Esta peligrosa actividad económica está atrayendo a las clases más bajas de Venezuela, misma que potencializa también la crisis sanitaria que azota también a un país gobernado por un Nicolás Maduro que no cede con las malas políticas que han llevado a los venezolanos a vivir una terrible realidad todos los días.
Douglas afronta la crisis trabajando en las coladeras de Caracas. (Foto: CNN)
Desde 2015, de acuerdo a la Unión Nacional de Trabajadores de Venezuela, se han perdido tres millones de empleos debido al cierre de miles de empresas y también, porque la mayoría de las industrias operan actualmente a menos del 30 por ciento de su capacidad.
Tan sólo entre 2016 y 2017, el sector comercial experimentó la más grande pérdida de puestos de trabajo en su historia: 750 mil empleos fueron borrados del mapa por la crisis que azota no sólo a empleados sino también a empleadores. Tan sólo en los dos últimos años, cerraron mil 873 fábricas, así como pequeñas y medianas empresas.
El problema al meterse a las coladeras, son las múltiples infecciones que se pueden contraer al estar en contacto con agua residual. Muchos de estos jóvenes, al meter las manos a las aguas sucias y tener contacto con los residuos, se cortan, provocándose heridas que, por cuestiones económicas, no se tratan médicamente.
Cuando encuentran algún metal, lo toman como una oportunidad de comer ese día si logran venderlo. (Foto: CNN)
Las reglas las ponen ellos mismos. Se sitúan en una parte del río o de la cañería y comienzan a meter las manos para sacar lo que encuentren de valor. Nadie interfiere con el trabajo del otro. «Yo tengo quince años», cuenta a CNN un pequeño que intercala la escuela con este trabajo. «Cuando no hay clases me vengo para acá. Con lo que gano compramos pan o harina para llevar a nuestra casa. Si nos hacemos heridas, el río nos cura», sentenció.
«Por la falta de empleo en el sector público y privado, los trabajadores migran a la economía informal o se van del país en la búsqueda de un mejor trabajo con mayores ingresos que les permita enviar dinero para mantener a sus familias», revelaron al diario El Nacional, integrantes de la Unión Nacional de Trabajadores. La realidad, es que Venezuela no parece ofrecer un futuro halagüeño en el mundo laboral a sus jóvenes. La crisis aumenta y hacerle frente no es fácil para quienes sufren las consecuencias de las decisiones de sus gobernantes: los ciudadanos.
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