Murió el escritor Alberto Laiseca (Rosario, Argentina, 1941) este jueves a los 75 años en Buenos Aires, la capital del país, después de sufrir varios problemas de salud que lo debilitaron en los últimos meses.
El autor de la monumental novela Los Sorias, la novela más larga de la literatura argentina con más de mil 500 páginas y calificada por el mismo Laiseca como “un best-seller del underground argentino”, pasó sus últimas horas en el Hospital Británico, en el barrio de Barracas, en el centro de la ciudad.
“El conde Lai”, como lo llamaban sus amigos, escribió una docena de libros, donde además del antes mencionado destacan “La hija de Kheops”, “La mujer en la muralla” y varios cuentos y poemas más. El escritor llevaba un bigote tupido, decolorado por la nicotina, al estilo de la leyenda rockera Charly García, y solía ser, según los que lo conocían, muy expresivo. Respondía que lo que él escribía era “realismo delirante”. Una exageración radical de la realidad, un universo necesariamente parecido al nuestro, pero con detalles que se escapan de toda lógica y a veces, de sentido.
Su parecido, incluso físico, con otro de los grandes escritores de su generación, Rodolfo Fogwill, y la admiración mutua, lo convirtieron en un escritor conocido entre sus pares, incluso respetado y admirado, pero no entre el público en general. Mucho menos en el resto del mundo hispanohablante.
Cercano de escritores como Ricardo Piglia y César Aira, además de Fogwill, Laiseca formó parte de una camada de autores argentinos que se quedaron al margen del Boom Latinoamericano, el fenómeno de ventas y fama que impulsó a gente como Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa.
Incluso en Argentina, Los Sorias –”una novela romántica” en su irónica opinión–, aunque alcanzó cierta fama y convirtió al rosarino en un autor de culto, tuvo ediciones marginales. Fueron sus camaradas Aira y Piglia quienes convencieron a los editores de volver a publicar la larga historia inexplicable que se cuenta en varios cientos de páginas. Pero, incluso hoy, después de un par de ediciones entre 1998 y 2006, la novela es muy difícil de encontrar en la ciudad porteña.
Laiseca fue también un reconocido tallerista. Empujado por su pareja hace varias décadas para ganar más dinero, el escritor empezó a dar talleres literarios de donde surgieron varios discípulos aventajados: Selva Almada, Leonardo Oyola, Valeria Tentoni y Sebastián Pandolfelli, entre otros.
“Era un hombre cuya vida estaba totalmente entregada a la literatura, un hombre que hablaba de Poe como si se tratase de un familiar o que se ponía a leer o a narrar historias intempestivamente, a cantar himnos extraños, a recitar su ‘Tango pornográfico” declaró Valeria Tentoni, que participó en sus talleres, a Cultura Colectiva Noticias. “En cuanto a su escritura, produjo lo que él llamaba una obra total: todos sus libros están conectados con los demás, en sistema. Ninguno queda solo, aunque los haya tan distintos”.
En 2002, realizó un ciclo de programas para el canal I-Sat llamado “Cuentos de terror”, donde enfocado en un público joven, narraba historias de diferentes autores como Edgar A. Poe, HP Lovecraft y Horacio de Quiroga. Siempre sin soltar su cigarro y con la elocuencia disparatada que lo caracterizaba.
Laiseca deja un libro inédito de memorias, que se publicará en primavera de 2017. Será velado este viernes en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, donde El conde despidió a su amigo Fowgill en 2010. Quizá se encuentren en el otro mundo, “donde no hay tetas ni cerveza”, como él mismo decía.
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