¿Has escuchado alguna vez que el ser humano utiliza sólo el 10 por ciento de su cerebro? Pues quien te haya dicho eso está mintiéndote, según la neurodidáctica.
En los últimos años, la llamada neurodidáctica, la cual estudia cómo aprende el cerebro, ha transformado la educación. Actualmente con máquinas de neuroimagen se puede ver la actividad cerebral mientras se realizan tareas para poder detectar cuáles con los métodos de aprendizaje más eficaces.
A pesar de todos los avances científicos que existen en la actualidad, expertos han alertado la mala interpretación por parte de los educadores de algunos hallazgos científicos.
Aprendemos mejor cuando recibimos la información acorde con nuestro estilo de aprendizaje
Howard Gardner, psicólogo y profesor de la Universidad de Harvard, fue el causante de revolucionar el mundo de la educación con su teoría de las inteligencias múltiples, siendo el primero en proponer que existen ocho tipos de inteligencias: lingüística, lógico-matemática, cinético-corporal, musical, espacial, naturalista, interpersonal e intrapersonal.
La teoría afirma que las ocho inteligencias son independientes entre sí y cada persona destaca en el manejo de una o de varias.
Sin embargo, más allá de esa teoría, algunos centros educativos comenzaron a diseñar nuevas metodologías centradas en explotar las habilidades que por naturaleza se nos dan bien.
Según el estudio “Learning styles: concepts and evidences”, publicado en 2008 por el investigador de la Universidad de California Harold Pasher, se destaca que no se puede deducir que la enseñanza basada en estilos de aprendizaje sea beneficiosa.
“El funcionamiento natural del cerebro, que mantiene conectadas diversas regiones en permanente actividad, imposibilita que nos centremos en una única modalidad sensorial”, señalan en el libro.
Un ejemplo de cómo hemos llevado a cabo de forma errónea esa idea, es una encuesta en la que se preguntó a 932 profesores de Reino Unido, Holanda, Turquía, Grecia y China si creían que las personas aprenden mejor cuando reciben la información en su estilo de aprendizaje preferido. El 95.8 por ciento de ellos respondió que sí.
Utilizamos sólo el 10 % de nuestro cerebro
En la actualidad, la neurociencia ha demostrado que en la realización de tareas utilizamos el 100 % de nuestro cerebro. También se ha demostrado que incluso cuando dormimos todas las partes de nuestro cerebro presentan algún nivel de actividad.
En un intento por identificar el origen de esa creencia (la de que sólo utilizamos el 10 % de nuestro cerebro) autores se refieren a la afirmación del profesor de Harvard William James, que a principios del siglo XX defendía que sólo usamos una pequeña parte de nuestros recursos mentales y físicos.
También se refieren a malas interpretaciones de algunos estudios neurocientíficos de finales del siglo XIX y principios de XX, como cuando se afirmaba que únicamente el 10 % de las neuronas están encendidas en determinados momentos y en otro que solemente se habían podido mapear un 10 % de las funciones cerebrales.
Escuchar la música de Mozart nos hace más inteligentesEste mito, está asociado a que la formación musical se asocia a un mayor rendimiento cognitivo ya que el aprendizaje de un instrumento desarrolla la audición, la motricidad, la intuición y el razonamiento espaciotemporal.
Pero, según expertos, de lo que te puede brindar aprender a tocar un instrumento a afirmar que la audición de una pieza de música clásica, y en particular de Mozart, puede hacer que el niño sea más inteligente y que por ello alcance un mayor dominio de las asignaturas como la lengua y las matemáticas hay una notable diferencia.
Según el estudio, la consagración del efecto Mozart habría llegado con el artículo “Musical and spatial task performance”, publicado en Nature en 1993 y realizado por investigadores del Centro de Neurobiología del Aprendizaje y la Memoria de la Universidad de California.
El estudio mostró que tras un experimento de cinco días con estudiantes de secundaria, sugirieron que escuchar a Mozart “organiza la actividad de las neuronas en la corteza cerebral, reforzando los procesos creativos y la concentración”.
Sus conclusiones fueron malinterpretadas y simplificadas por políticos estadounidenses y parte de la comunidad educativa, pues en 1998 el gobierno del estado de Florida aprobó una ley que emplazaba a las guarderías públicas a escuchar al menos una hora de música clásica al día y ese mismo año diferentes escuelas públicas del país informaron de mejoras en la atención y en el rendimiento académico por el hecho de poner música clásica de fondo en sus clases.
Tiempo después, una de las autoras del artículo “Musical and spatial task performance” manifestó su malestar por el marketing comercial y político en torno a su estudio y recalcó que no existía ninguna evidencia de que la audición de Mozart incrementara el coeficiente de inteligencia.
Estos son unos casos de cómo la educación se ha llenado de mitos que derivaron en una lectura errónea de investigaciones.
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