por: María del Pilar Toro-Ortíz (@mdpto) para Arquine
En un martes cualquiera, estoy en la oficina en el Meatpacking District de Nueva York. Sobre mi escritorio hay un juego de planos en 90í60 marcados en rojo, o “sangrados”, como les llamaba yo, esperando que hiciera las correcciones y los marcara como hechas. Ese era mi trabajo. Yo era chango de CAD, o “Cad Monkey”, como se les llama a todos los que inician en esta profesión.
Desde que tengo uso de razón quise ser arquitecto. Me fascinaba el prospecto de que de una idea, un momento, un garabato sobre una servilleta pudiera ser erguido y habitarse. El prospecto de que una idea fuera tan poderosa como para formar, marcar e impactar al entorno, al usuario e, incluso, a una ciudad me enamoró. Todos queremos ser el próximo Frank Lloyd Wright, la próxima Zaha Hadid, el próximo Richard Meyer, o el que más te agrade. Pero la realidad de un arquitecto es muy diferente. No todos llegamos a ser el próximo Gran Arquitecto.
Ese martes cualquiera miré los planos en mi escritorio y fue la primera vez que cuestioné mi camino. Dije, ¿Qué hago aquí? ¿Qué quiero hacer con mi vida? ¿Me quiero pasar el resto de mis días corrigiendo planos ‘sangrientos’? Me sentía incómoda. Como arquitecto tenía que saber un poco de todo, y yo quería saber mucho de una cosa. Quería ser experta, quería dominar el tema.
Me encontraba en Nueva York, el laboratorio artístico por excelencia para la arquitectura, el teatro, las artes y la música; entonces decidí investigar opciones. Tenía todas las herramientas a mi disposición. Escuelas como Pratt, Parsons y The New School for Design ofrecían maestrías en diversos temas del universo del diseño. Yo jamás consideré hacer un MBA ni estudiar leyes ni mucho menos finanzas. Siempre fui diseñadora. Y de repente ese martes observaba los Reflected Ceiling Plans (RCP´s), o planos de plafón, y me topé con la página web que hablaba del Master in Fine Arts in Lighting Design.
Solicité entrada al programa, me aceptaron y unas semanas más tarde me senté a hablar con mi jefe para presentarle mi renuncia. Además, había conseguido un trabajo en un despacho importante de Iluminación basado en Nueva York para sumergirme más en el mundo; pronto empezaba clases. ¿Su reacción? Me felicitó por mi decisión mientras comentaba que la luz era esencial para la arquitectura y ese despacho iba a ser fundamental para completar mi formación. No lo entendí del todo pero le di las gracias por la gran oportunidad y emprendí el bello capítulo de mi vida que llamo: ‘Iluminada’.
Muy en mi mundo rosado asumí que el primer día de clases todos los alumnos eran como yo, arquitectos queriendo especializarse. Mi mundo pronto se volvió multicolor cuando me encontré no sólo con distintas nacionalidades, sino con diversas profesiones. Había ingenieros, escultores, gente que se dedicaba a la iluminación teatral, y un curioso libanés que venía del mundo de las finanzas. Ese día entendí que la iluminación no necesariamente es arquitectónica. La iluminación es para todos, es de todos y está en todos. La escultora sabía muy bien cómo modelar formas, pero no necesariamente iluminar espacios. El de finanzas tenía un interés un poco más comercial pero una pasión ‘de closet’ por el diseño y la arquitectura. El que venía del teatro era experto en iluminar personas mas no entornos. Yo como arquitecta juraba que sabía cómo funcionaba la luz, pero la verdad es que no sabía nada.
Más tarde, cuando por primera vez al tomar un foco y encenderlo vi la luz y no todo el caos que me rodeaba, observé cómo cambiaba el material que iluminaba al mover el foco, pero más interesante aún, cambió la percepción del espacio, y cómo yo me sentía al experimentar con un simple foco base E27 de 60W.
El foco de cristal, ahora descartado como un gran consumidor de energía, alguna vez fue revolucionario como el primer objeto para la luz eléctrica que transformó nuestra manera de vivir. Además, nos dio una fiel reproducción cromática ya que la luz que emite el filamento nos da un casi perfecto rendimiento de color. Desde una perspectiva de diseño, la lámpara abrió un mundo nuevo de posibilidades para el consumidor, que resultó en más ambiente y atmósfera en los hogares y en otras aplicaciones. Ese día era mi instrumento de trabajo y lo observé por primera vez, aunque no era la primera vez que había tenido uno en mis manos.
La iluminación es la acción de iluminar, alumbrar, dar luz o bañar de resplandor. La comunicación es la transmisión de señales mediante un código común al emisor y al receptor. Ese día entendí muchas cosas acerca de la luz en el espacio y no necesariamente de la iluminación per se del espacio. Como residente en Nueva York, parada en Times Square, entendí cómo la luz comunica y extiende nuestro día. Observando nuevamente pero por primera vez mi ciudad, mi entorno y mi mundo con nuevos lentes, entendí que la luz modela la arquitectura, la luz manipula emociones y la luz es esencial hasta para el estado de ánimo.
Para cada uno de mis compañeros de la Maestría, la luz significaba diferentes cosas. Para mí francamente representó un parte aguas en mi vida como diseñadora. El Urbanismo, La Arquitectura y la Iluminación son disciplinas interactivas que fomentan un diálogo constante y bidireccional entre el espacio y el usuario. Dialogando con diferentes personas en el medio de la iluminación hice la misma pregunta – ¿Por qué te interesaste en la iluminación? Y las respuestas fueron tan variadas como las de mis compañeros de Maestría.
En conversación con Ana Lara, directora de licencias del INAH, me comentó que se volvió experta en el tema por necesidad. Ella emitía las licencias para la iluminación de Monumentos Históricos y decidió tomar un interés personal por ésta. El fotógrafo Guillermo Bellinghausen habla de cómo la luz forma sus composiciones, modela las imágenes que captura y manipula sus emociones. Explica: “tuvieron que ver varias cosas en mi interés por la luz: la pintura, la ingeniería, la astronomía y definitivamente la fotografía, ya que con el manejo de estas disciplinas es como se obtienen las fotos. Además, siempre hay un misterio en la luz, pues según la coloques puedes cambiar el carácter de una imagen o de cualquier cosa”.
¿Y para mí como arquitecto? La luz es todo. La luz revela la arquitectura, la modela, la define, la reluce y la completa. Del mismo modo que cambió cómo yo vivo mi mundo arquitectónico, le cambió el mundo al libanés financiero que acabó trabajando para una marca, y al experto en teatro que entendió la profundidad del escenario y las escenas; a la directora de licencias que percibe la importancia de entender el medio por el que se enaltecen los monumentos históricos, y al fotógrafo que usa la luz como el pintor usa el lienzo.
No necesitas ser arquitecto para interesarte por la luz y la iluminación. No necesitas estar relacionado con el mundo del diseño, sólo necesitas querer aprender, inspirarte y querer ver el mundo con nuevos lentes. La luz y la iluminación es para todos.
La Universidad Politécnica de Cataluña, en conjunto con Arquine, presentan la segunda edición del Posgrado en Diseño de Iluminación: Lighting Design. El cuerpo docente estará compuesto principalmente por catalanes y mexicanos, así como por invitados especiales de reconocido nivel internacional que colaborarán con un ciclo de charlas especializadas sobre el tema.
El título del posgrado será emitido por la Universidad Politécnica de Cataluña.
Para mayor información del Posgrado da click aquí.