El 9/11 fue el acto terrorista más despiadado registrado en la época moderna que marcó a toda una generación. Su autor, Osama Bin Laden, se convirtió en el fundamentalista extremista por excelencia, tras fundar la red yihadista Al Qaeda que sembró miedo y desprecio por los musulmanes en el mundo.
La familia Bin Laden ha sido una de las más poderosas del mundo árabe por sus relaciones económicas con la realeza saudí que datan desde 1940 hasta la fecha. Parte de su riqueza está centrada en el imperio de la construcción, bienes y raíces, entre otros negocios; los Bin Laden son cuantiosos porque el islam permite la poligamia, siempre y cuando se pueda mantener a todas sus esposas e hijos.Después de 11 de septiembre del 2001, el poderío de los Bin Laden fue observado a nivel internacional porque uno de sus integrante declaró una guerra santa contra los Estados Unidos, asegurando que ese país estaba explotando las tierras musulmanas, además de declararlos enemigos de “Dios”.
A principios del 2001, las cuatro esposas de Osama y sus hijos pasaban los días en una de sus lujosas casas en la ciudad de Kandahar, Afghanistán, jugando Nintendo y escuchando a la reina del pop, Madonna, por la radio local. La noche del 10 de septiembre les cambió la vida cuando fueron despertados para tomar algunas pertenecías y mudarse rápidamente a Jalalabad; las operaciones para dar uno de los golpes más grandes contra los Estados Unidos estaba en curso.
El diario The Guardian, basado en el libro “The Exile: The Flight of Osama Bin Laden” de Cathy Scott-Clark y Adrian Levy, documentó cada paso realizado por el círculo familiar más cercano de Osama, donde su primera esposas pasaron de tener exuberantes lujos hasta vivir en cuevas, prisiones y chozas, forzadas a vivir en una extrema austeridad religiosa.
Osama tuvo cuatro esposas: Najwa, Seham, Khairiah y Amal, con las que tuvo 21 hijos en total. Ellas huyeron por nueve ciudades tras ser capturadas por el ejército en Irán; los Bin Laden dormían entre cajas de municiones, envases de alimentos y botellas vacías con productos químicos que se encontraban en los campos de concentración de Al- Qaeda.
Los despertadores ya no eran lujosos relojes con sonidos modernos, la resonancia cambio a balas detonadas por la madrugada y el olor del desayuno se distorsionó por el plomo matutino de los yihadistas que practicaban tiro con sus kalashnikov para asesinar a cualquier militar foráneo.
Las mujeres de Osama no podían hablar con sus guardias, por lo tanto, desconocían que ocurría en el exterior de las chozas donde habitaban. El propio Bin Laden les ordenó inmolarse junto a sus hijos accionando los chalecos llenos de explosivos que portaban todo el día en caso de que la situación lo a meritara.
El propio diario The Guardian en colaboración con los periodistas Cathy Scott-Clark y Adrian Levy, indicó que estas imágenes fueron creadas gracias a distintas entrevistas con familiares cercanos a Osama y disidentes yihadistas que solicitaron no revelar sus nombres por miedo a ser ejecutados en el anonimato.
Omar, uno de los hijos con mayor parecido a Osama, era entrenado como el heredero de la ideología e imperio de su padre, pero este escapó en la adolescencia del horror encarnizado que vivía e incluso le solicitó a su madre Najwa que le acompañara, pero ella no desobedecería a su marido.
Omar no quería continuar una guerra sin sentido, escapando solo en su primera oportunidad. Al paso de los años, se convirtió en el vocero de la familia que no pidió formar parte del fundamentalismo de su padre.
En noviembre del 2001, los Bin Laden tenían que mudarse nuevamente a Pakistán, pero Osama cambió de ruta de última hora con destino a Irán, esperando que los chiítas no los vendieran a los americanos, pero Teherán negoció con Washington en 2002 intercambiar a las esposas e hijos a cambio de una reducción en las sanciones económicas y nuevas relaciones diplomáticas, sin embargo, la administración Bush se negó por los programas nucleares que tenían auge en ese país.
Los iraníes detestaban a los Bin Laden, pero sabían que tenían una carta poderosa en el interior de su nación. Durante nueve años, las mujeres de Osama y sus hijos estuvieron presos en distintas prisiones en la capital Teherán, pero eran periódicamente trasladados; fue en esos momentos que Najwa escapó rumbo a Siria, dejando a sus hijos en las manos de los militares.
Los años posteriores estuvieron rodeados de muertes de varios integrantes de la familia, las autoridades querían encontrar a Osama a cualquier costo, y el camino estuvo lleno de sacrificios al entregar a los pequeños a los terroristas de Al-Qaeda para detener al patriarca, pero durante los traslados, militares estadounidense asesinaron a algunos miembros de la familia, como fueron los casos de Saad, Khalid y Amal.
Las últimas palabras del líder de Al-Qaeda a sus herederos fueron: “pertenecer fuertes y verdaderos al islam”. Después nunca lo volvieron a ver.
Para 2007, la familia en Irán ya había crecido siempre bajo la custodia del ejército, los pequeños ya tenían esposas e hijos que vivían entre barrotes por ser considerados una carta de negociación.
Fue hasta finales del 2010 que la mayoría de los integrantes fue liberado tras la muerte de Osama, sólo uno de los 21 hijos quiso continuar con el legado de su padre, Hamzah Bin Laden, quien en 2011 fue declarado como un terrorista global por las autoridades estadounidenses, los otros integrantes huyeron, buscando un nuevo inicio.
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