“Son más fáciles de manejar que los adultos”, se escuchaba a alguien decir en el Centro de Internamiento y Adaptación para Adolescentes Infractores de la Comunidad Constituyente de Nuevo León. “Por eso acceden rápido, porque quizá todo sea más fácil para ellos”, agregan las voces que vienen detrás nuestro por los pasillos del lugar al que Cultura Colectiva News tuvo acceso.
Y en parte tienen razón. La historia de Jesús, un joven que quería ser futbolista y que se convirtió en comandante de un cártel a los 15 años, así lo demuestra. Y no sólo él sino también las cifras. De acuerdo a un reporte presentado en septiembre del 2019 por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM titulado “Niñas, niños y adolescentes, víctimas del crimen organizado en México”, cerca de 30 mil menores de edad han sido reclutados por el crimen organizado en nuestro país.
‘Mis ídolos eran Marco Fabián y Chicharito’
La historia de Jesús nos permitirá abrir nuestra perspectiva sobre las causas que motivan a un niño o niña a unirse al crimen organizado. En ‘Un sicario en cada hijo te dio’, autoría de Saskia Niño de Rivera, Mercedes Castañeda, Fernanda Dorantes y Mercedes Llamas Palomar, Jesús revela qué es lo que lo sedujo para unirse al Cártel del Golfo.
“Con el dinero todo se podía, podría comprar a cualquier visor”, relata el joven que ahora tiene ya 20 años. Y es que su sueño era convertirse en futbolista. Como aficionado rojiblanco, Jesús tenía en Marco Fabián y Javier “Chicharito” Hernández a sus ídolos. Pensaba que tenía capacidades futbolísticas para algún día ser como ellos.
“Estaba convencido de que tenía las mismas habilidades que ellos a mi edad y que si le echaba ganas, lo lograría”… Sin embargo, eso no sucedió. La familia en la que creció Jesús carecía de una figura paterna. No conoció a su padre, aunque la pareja de su mamá era una persona que a él no le caía mal, pues siempre trató bien a su madre y hermanos. Sus abuelos siempre estuvieron al tanto de él, nunca lo golpearon ni maltrataron, revela en su relato. Tenía tan sólo 12 años.
Todo cambió cuando llegó Juan
A Jesús le comenzó a dejar de llamar la atención la escuela. Sus amigos se iban de pinta y él con ellos. Le hacían burla porque no se animaba a probar los “churros de marihuana” hasta que un día lo convencieron. Sus amigos, más grandes que él, formaban parte del Cártel del Golfo. Entre esos amigos estaba Juan, el que quizá era hasta ese momento “el mejor compa”, para Jesús.
“El día que aceptó, se lo llevaron en una troca muy chida y él iba muy emocionado. Lo dejé de ver un tiempo, pero después regresó y me invitó me dijo: ‘Mira, Jesús, aquí puedes hacer mucha lana, ya el comandante que lleva tres años aquí tiene su troca, sus armas, un chingo de dinero y siempre está con mujeres bien buenas”. Me dijo que lo pensara y que si quería, el miércoles pasaban por mí a la esquina del Soriana”. Era lunes.
Jesús pensó en todo: dejar a su familia, dejar su sueño de ser futbolista aunque sólo por un momento pues “habría otra oportunidad ahora que ya tuviera dinero. Lo que más pesó en mi decisión fue tener dinero para la mota. Era difícil que mi mamá tuviera dinero y, pues, a mí me estaban ofreciendo dinero rápido y fácil… bueno, eso pensaba en ese momento. Después me di cuenta que dinero rápido sí era, pero fácil… definitivamente no”.
‘Te enseñan a matar’
No eligen al azar. Eso está claro. Reclutar a niños, niñas y adolescentes supone una ventaja para los cárteles en muchos aspectos, pero dos de ellos son los principales: pueden hacer “el trabajo sucio” y, por la edad enfrentar penas reducidas. Y sí: la niñez es mucho más fácil de manejar.
A Jesús lo adiestraron, lo enseñaron a ser sicario, a matar, a escapar de una balacera, a cuidarse hasta de si mismo. Olvidó rápidamente lo que le enseñaron en casa: a ser humilde. Cuenta que le hacen firmar una hoja en donde le preguntan, entre otras cosas, a quién le tienen que ir a dejar dinero cuando se muera y el tipo de elemento que quiere ser para el cártel. Veinte mil pesos por ser sicario. Su primera muerte fue una joven de 17 años perteneciente al cártel enemigo. Le cortó la cabeza porque así fue como se lo ordenaron.
En total, fueron cerca de 17 personas las que Jesús asesinó, pero ya en su rango de comandante, mandó matar a entre 200 y 300 personas. Justo a los 17 lo detuvieron y le dieron cinco años “porque me sentenciaron por dos secuestros y delincuencia organizada. Saldré cuando tenga 22 años”.
Renunciar es casi imposible…
Y ahí está el trabajo de la reinserción colectiva. Es un tema que no sólo incluye a quienes forman parte de los Centros de Internamiento, sino de la sociedad e incluso de los mismos medios de comunicación.
Jesús tuvo en algún momento “la oportunidad” de salirse, sin embargo, eso es casi imposible. Apenas en abril del 2019, justo el Día del Niño, la Secretaría de Seguridad Pública comandada por Alfonso Durazo, informaba que se había incrementado un 153 por ciento la cifra de menores reclutados por el narcotráfico.
“Sé que cuando salga va a ser difícil no regresar a lo mismo, sobre todo porque ya estaba acostumbrado a un tipo de vida y porque de lo que gané ahí ya no me queda nada […] Me siento muy orgulloso de ser mexicano, no le echo la culpa al país, pero pienso que debería haber más empleos, más apoyo al deporte […] Hacen falta cosas buenas, escuelas, deporte, arte, etcétera. Los niños de doce, trece años ya están con armas y drogas en las calles. Ahora sólo se escucha muerte, muerte y muerte y a uno se le hace normal… Sí está bien canijo México”…
En el tercer capítulo de “Reinserción Colectiva”, te contaremos ahora sobre la vida dentro del penal de Apodaca en imágenes que reflejan lo que ahora es un palacio para aquellos internos que vivieron el infierno llamado Topo Chico.
Foto de portada e interior de la nota: Laura Corona Almaraz, Cultura Colectiva News
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