Dos pasarelas conducen a su entrada. Por los pasillos corre el aire pesado que lleva puro silencio, porque en sus habitaciones jamás se escuchó un solo eco. Ahí, desde el centro del lobby, si alzas la vista puedes ver caer la sombra de su cúpula puntiaguda que te recuerda estar frente al máximo símbolo de las ambiciones frustradas.
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Popularmente conocido como Edificio 105, el Hotel Ryugyong se impone sobre los techos de Pyongyang. Es imposible no notar sus 330 metros de altura. Pero su tamaño ya no impresiona a nadie, excepto los pocos turistas que rondan silenciosos por el barrio.
Los cimientos del hotel Ryugyong se construyeron en 1987, como la promesa de darle a la capital de Corea del Norte su máximo triunfo arquitectónico. ¡Será el hotel más alto del mundo! dijeron, pero la construcción de la estructura apenas duró un año, a los que le sucedieron 16 de abandono, cuando se acabaron los fondos para terminar sus 105 pisos.
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30 años después, los sueños de atraer inversores al país a través de casinos, salones japoneses y clubes nocturnos no han llegado. El cascarón ha pasado por obras de acondicionamiento desde 2008, cuando Orasco Telecom, una compañía egipcia de telecomunicaciones invirtió 400 millones de dólares en reparaciones que resultaron en un ejército de 2 mil trabajadores que colocaron paneles de cristal.
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Los trabajos duraron hasta 2012, cuando por fin se revelaron fotografías del interior del edificio por primera vez y anunciaron una posible apertura en 2013 que nunca llegó. El historial de promesas de apertura es largo, la última de ellas anunció que diciembre del 2016 sería la fecha definitiva, pero hasta hoy el edificio sigue cerrado.
*Foto: ryugyong.com
Aunque el panorama podría cambiar si el ímpetu de Kim Jong-Un sigue teniendo como prioridad a la restauración del Ryugyong. Y no es descabellado, pues desde julio de este año mandó a quitar las vallas que impedían el paso al edificio y ha puesto grandes carteles propagandísticos que dicen: «la poderosa nación del cohete».
Así que puede que lo que algunos han bautizado como “hotel maldito”, “hotel fantasma” y hasta el edificio más mediocre de la historia, termine siendo el nuevo hit en el mandato de Jong-un, un megalomano que se distingue por sus misiles de cartón pintados de verde.
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