Callado, nunca. Ninguna amenaza pudo contra la pasión que tenía al desempeñar el periodismo de manera cabal, recta. Nada pudo amordazar a Javier Valdez para que dejara de hablar de un problema que causa escozor en nuestro país: el narcotráfico.La libertad de prensa la hacía valer en un país que se quiere silenciar para que no hable, para que no grite, para que no exija un alto a la impunidad que lo aqueja, para que no clame por justicia.El 20 de febrero pasado, Javier Valdez, a través del semanario Ríodoce, fundado por él mismo, dio a conocer una entrevista que realizó a un enviado de Dámaso López Núñez. En este encuentro que tuvo con uno de los elementos de la organización criminal comandada por “El Licenciado”, se dijo que su relación con Ismael “El Mayo” Zambada no estaba fracturada y también confirmó, que si bien los acuerdos que tenía con los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán no habían sido respetados y esto había causado molestia en Dámaso, él no había ordenado el ataque que sufrieron los vástagos de Guzmán Loera.La publicación de esta entrevista pudo haber sido el artífice para el asesinato de Javier Valdez. El 20 de febrero se imprimió en dos semanarios, uno de ellos fue Ríodoce. Entre esa fecha y el 22 del mismo mes, hombres armados acabaron con las copias de esa publicación. Agotaron los ejemplares para que esa entrevista no fuera dada a conocer por ningún lado, según la organización Artículo 19.Una entrevista hecha por Animal Político a un periodista integrante del otro semanario en donde se publicó el encuentro de Valdez con la gente de Dámaso López, dijo que esa había sido una manera de decirles que dejaran de publicar ciertas cosas. Dadas las circunstancias fatales para el periodismo desde hace ya varios años, la publicación que integra este periodista dejó de sacar a la luz asuntos relacionados con el narcotráfico.No podían darse el lujo de sentirse amenazados, más de lo que ya lo estaban, más de lo que ya lo están. Dejaron de realizar reportajes, dejaron de lado las investigaciones. Valdez y Ríodoce hicieron lo contrario. Él se lo contó a Javier, pero esto no bastó para que se negara a publicar las historias que, incluso bajo amenazas, seguía trabajando.“En esa ocasión platiqué con Javier Valdez sobre la compra masiva de esos ejemplares. Le dije que mi medio ya no escribiría sobre esos temas y me dijo que estaba bien, que era sensato salirse por un tiempo y así lo hicimos”, declaró el periodista, quien agregó que en Sinaloa había recrudecido la violencia debido a la extradición de Guzmán Loera.El 4 de abril este periodista volvió a tener un encuentro con Javier Valdez y las palabras del también periodista de La Jornada, indicaron que no había nada qué temer. “Me dijo que estaba bien, que no habían tenido problemas con llamadas raras o mensajes extraños”. Javier siguió publicando.Apenas un día antes de su asesinato, Ríodoce publicó una historia de su autoría, en la que narra cómo es la vida de un joven adicto a las drogas estando bajo las órdenes de Dámaso López.El aparato criminal de Joaquín Guzmán se partió y la violencia aumentó en Sinaloa. Los periodistas no estaban a salvo de esta ola de sangre que cubre gran parte de ese estado. “Veníamos sintiéndonos inseguros desde el año pasado que empezó todo el asunto de la fractura dentro de la organización aquí en Sinaloa. Allí fue cuando empezamos a notar más la intolerancia hacia el trabajo de la prensa”, sentenció el periodista.El asesinato de Javier Valdez no debe pasar por alto ni para el periodismo, ni para los ciudadanos y mucho menos para las autoridades. La exigencia de una prensa libre, tristemente, no es un asunto nuevo para el gobierno mexicano. La voz de Javier, a través de su trabajo acerca del narcotráfico desde hace ya mucho tiempo, marcará la línea de investigación para descubrir quién lo privó de la vida.Que no quede impune como muchas de las muertes de periodistas ejerciendo su trabajo, es la exigencia del gremio periodístico; es la exigencia de una sociedad periodística harta de la falta de libertad de expresión.
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