Casos como el de Ayotzinapa, La Casa Blanca y los gobernadores priistas que ahora son blanco de investigaciones por corrupción, han sido factores que tienen a Peña Nieto con los índices históricamente más bajos de aprobación pública.
La visita de Donald Trump a México fue un hecho que terminó por indignar a los mexicanos.
El 31 de agosto Donald Trump aterrizó en el país que tanto ha insultado y fue recibido con honores en la residencia oficial de Los Pinos. Peña Nieto lo invitó para dialogar, pero el acto terminó siendo un hecho humillante para todos los mexicanos que se han sentido agredidos por el polémico candidato a la presidencia de los Estados Unidos.
A casi dos meses de la visita de Trump, el presidente mexicano al fin ha admitido que la decisión de invitarlo a nuestro país y recibirlo con todo el protocolo de un jefe de estado fue un hecho “acelerado”.
También refirió en una entrevista para el Diario La Razón que si hoy tuviera que volver a tomar una decisión de esta índole, seguramente sería distinta.
Esa invitación fue defendida por el propio presidente de México por considerar que era una manera de generar un diálogo con Trump y así evitar que el candidato norteamericano siguiera con un discurso xenófobo en contra de los mexicanos.
En el acto público que ambos personajes tuvieron en México no se habló de nada de esto. Donald Trump no pidió disculpas y Peña Nieto tampoco emitió un discurso tajante de rechazo en contra de los dichos que a lo largo de su campaña Trump ha dicho.
Fue todo lo contrario. Donald Trump utilizó esa visita como parte de su campaña y viajó fortalecido de regreso a su país. En Arizona su discurso se volvió más rígido: “sí habrá muro, los mexicanos lo van a pagar, pero aún no lo saben”, dijo.
Y Peña Nieto se quedó en México, tratando de defender lo indefendible, viéndose rebasado por la situación, dando la cara en una entrevista para televisión abierta donde se le notaba molesto. No por Trump, más bien porque todo se la había salido de las manos y ni en su medio de comunicación aliado lo estaban cobijando.
Pero siguió con la suya: no me equivoqué, era algo necesario, insistía el presidente.
Este acto le costó deshacerse de uno de sus más grandes aliados políticos: Luis Videgaray. Su hombre confianza. En él recayó la responsabilidad de armar la famosa visita.
Trump lo aprovechó. Lo corrieron por mi culpa, dijo orgulloso. Como si fuera un triunfo. Y sí, lo fue para él y su campaña. Un triunfo tan grande e importante como el golpe que sufrió Peña Nieto y su imagen.
Ahora, a casi dos meses, el Presidente bajó la guardia y admitió que fue una mala decisión.
Dos meses, un aliado político fuera de su gabinete y un nivel de aprobación por los suelos después, al fin lo admitió. Peña Nieto se equivocó.
Pero no ha sido su único error. Ya es momento de ir solucionando no sólo este, sino todos los errores cometidos, porque 2018 está cerca y México está tan convulsionado que nadie sabe de qué forma llegará el país a la cita con las casillas electorales.
*Con información de: La Razón y El País