El primero de enero de 1994, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se levantó en armas, en una muestra de hartazgo por la marginación indígena y la nula presencia de las comunidades chiapanecas en la legislación mexicana.
Desde la insurgencia, el EZLN rechazó rotundamente el sistema de gobierno y las políticas públicas implementadas durante cada sexenio. Después de 22 años, deciden regresar al proceso electoral y retomar las urnas: lanzarán a una candidata indígena independiente para las elecciones presidenciales de 2018.
Durante la clausura de 20º aniversario del Congreso Indígena llevado a cabo en San Cristóbal de las Casas y tras una consulta indígena, decidieron que había llegado el momento del ataque, “de pasar a la ofensiva”; y sería una mujer indígena la que representaría al Congreso Nacional Indígena.
En el texto “Que retiemble en sus centros la Tierra”, auguran la consulta de cada una de sus geografías, territorios y rumbos para finalmente nombrar a la mujer indígena, que contenderá representando al Congreso en el 2018.
Este llamado, en el que estuvo presente el subcomandante Galeano (antaño Marcos) no es sólo un hecho histórico, una ruptura absoluta en su tradición de no aspiración a cargos de elección popular, sino que condensa y desemboca una lucha política y social en la máxima manifestación democrática: el voto y las urnas.
Un hecho que (si dejan que se lleve a cabo), permitirá el fortalecimiento del poder “de abajo”, de la izquierda anticapitalista.
De acuerdo al académico de la UNAM, César Astudillo, en su columna de El Universal, asegura que lo relevante es que ésta sería la primera vez que un grupo armado, abiertamente rebelde, beneficiario del estado de excepción durante más de dos décadas, incursionaría en la vida política electoral de este país postulando a alguien que emana de sus bases.
Y lo más importante: “el EZLN encontraría incentivos de peso para iniciar su mutación hacia una alternativa político electoral real como ha sucedido en otros países latinoamericanos, donde es un hecho que los movimientos armados han conseguido mucho más por la vía electoral que por medio de acciones guerrilleras”.
De igual manera, el voto de la izquierda quedará aún más dividido de lo que está hasta ahora. Aunque las probabilidades de triunfo en las urnas sean muy bajas, la sola presencia de una candidata indígena reestructura los procesos electorales del país y revitaliza el papel de las comunidades indígenas, los acuerdos políticos y su presencia en el ámbito jurídico y legal.
*Con información de: El País, El Universal, La Jornada.