Sin duda el control y acceso a las esferas de poder más altas del sistema que rige la sociedad moderna tiene repercusiones en nuestra mente. Los efectos secundarios pueden alterar, intoxicar, percibir una realidad diferente o incluso desprender a alguien de la auténtica veracidad. Literalmente, el poder embriaga a la mente y transfigura la materialidad y subjetividad que persiste originalmente en nuestro coeficiente.
No hay duda alguna de que los aires de grandeza sacuden la cabeza de un ser que, por naturaleza, es considerado egoísta y ambicioso. De ahí emana la respuesta a por qué los políticos se vuelven corruptos, los empresarios pretensiosos y los banqueros ansiosos. A este golpe de poder se le conoce por la comunidad científica-psicológica como “neuronas espejo”.
Detrás de los conflictos de interés y la podredumbre desmedida teñida de egoísmo, existe una lectura psicológica que el neurocientífico de la Universidad de McMaster (Ontario, Canadá), Sukhvinder Obhi estudió gracias a una máquina de estimulación neuronal transcraneal.
¿Cómo funcionan las neuronas espejo?
Dichas neuronas se activan incentivando una mímica inconsciente alterando el funcionamiento normal de nuestras neuronas en el cerebro, estas neuronas se disparan de la misma forma en que se mueven cuando percibimos sensaciones dominantes o de superioridad sobre alguna situación o sobre alguien, de ahí la teoría de que no se necesita vivir algo en carne propia para sentir empatía.
El cerebro muestra un comportamiento distinto al cometer acciones que en el interior sabemos que son incorrectas o deshonestas, pero en lo superfluo sabemos que nos brindará bienestar individual y prosperidad. El comportamiento de las neuronas espejo se multiplica y potencializa cuando nos dicen que ganamos la lotería o que seremos los amos del mundo, cuando todo mundo habla y piensa en nosotros, cuando somos respetados de tal grado que todo mundo besa por donde pisemos, lo que se sintetiza en: acceso al poder.
Por lo tanto el cerebro se lesiona, el espejo deja de funcionar y la empatía se desata de manera incontrolada generando un déficit difícil de controlar.
El experimento
El experimento de Obhi no requirió de poderosos o miembros de la élite, utilizó a dos tipos de estudiantes: por un lado universitarios que les gustara tener el control de las cosas y por el otro, universitarios que simplemente querían participar en el experimento para sentirse poderosos por unos momentos. Se les presentaron imágenes donde una mano aprieta una pelota de hule, tras percibir dichas imágenes la actividad cerebral de aquellos que les gusta tener el control, activaban las neuronas espejo, mientras que la actividad de los demás aparecían neuronas anestesiadas.
Lo que Obhi quiso comparar es que en la vida real, la ruptura del espejo neuronal implica dejar de percibir sentimientos o penas por las que el prójimo sufre.
Cambio cerebral
El permanente cambio de regresar a la realidad, es el único freno o recuperación en la lesión cerebral percibida de todos aquellos que se aferran al poder desproporcionadamente. The Atlantic publicó dos casos de “cura” sobre lesiones cerebrales: el de Wiston Churchill, donde su esposa Clementine ejerció su poder de primera dama contraponiendo la actitud y deterioro de la conducta del entonces primer ministro sobre sus subordinados, al hacerle poner los pies en la tierra.
El otro caso fue el de Indra Nooyila, la presidenta de Pepsi Co. donde su madre le sugirió dejar la corona arrumbada en el sótano tras recibir el nombramiento de directora ejecutiva de la compañía en 2001.
Todo líder o director o empoderado no debe desconectar el contacto con la gente que no comparte su condición elitista, ese contacto le evita crearse realidades alternas y humos de grandeza que le hacen cambiar su forma de ser y su perspectiva de su entorno general.
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