Fernanda dice que cuando tiene cólicos prefiere encerrarse para no provocar “un gran desmadre”. Siente que se le mete algo maldito en las entrañas, en el vientre, como si algo quisiera salir de su ombligo y entonces va desgarrando el tejido que sea necesario. “Es en serio. ¿O no te acuerdas cuando me tuve que ir de la escuela porque estaba a dos del desmayo?”, expone. Y es cierto, Fernanda, morena de fuego, se ponía tan pálida como sueca, o rusa.
Quisiera comprenderla, pero en realidad no podría definir con precisión qué es un cólico, jamás he tenido que interrumpir ni media hora mi día a día por los calambres que otras definen como “insoportables” y lo que alguna otra definió como una “contracción sin embarazo”.
Naciones como Corea del Norte, Taiwán, Italia e Indonesia, con sistemas laborales modernos y democráticos, aplican medidas a favor de sus trabajadoras durante el periodo. Y aunque los gobiernos no tengan un apartado en su legislación, las empresas, autónomamente, conceden días libres durante los calambres abdominales.
*Fuente: Jen Lewis, “Beauty in Blood”.
Ana me dice que ella lucharía absolutamente por el derecho a quedarse en casa: “No te imaginas el dolor, como si estuviera pariendo por la panza. Pero estoy de acuerdo en que no me impide hacer ‘labores de computadora’, al menos lo haría tumbada en mi cama, si quiero”. O llorando del dolor sin que nadie las vea o llamándole a su mamá para que les diga qué hacer.
Si se toma en cuenta que el 85 por ciento de las mujeres sufren dolor intenso durante su periodo, no es una batalla descabellada.
El tema ha abierto un debate tanto en redes sociales como en los Congresos. Y aunque las mujeres tienen testimonios encontrados, la mayoría coinciden en que debería encontrarse un punto medio. Las que sufran que se vayan a su casa, pero que trabajen desde ahí. Y las que no sientan los dolores punzantes que acudan a las oficinas… o no. Lo esencial es no suspender el flujo laboral.
*Fuente: Cultura Colectiva.
Karina Espinoza está de acuerdo con la premisa del trabajo desde casa, pues “si haces home office, es exactamente el mismo o mayor rendimiento laboral”. Lo que hay que empezar a considerar más allá de definir si una mujer menstruando es capaz o no, tal vez deberían considerarse mejores “sistemas de trabajo en el que no tengas que ‘sacrificarte’ para dar buenos resultados”.
Es cierto que menstruar no es una condición clínica, pero sí una condición cíclica, que responde a nuestra naturaleza femenina. No impide pensar, pero en algunos casos sí impide desempeñar determinadas actividades o seguir ciertas normas laborales que en ningún momento están planeadas (ni ejecutadas) para la fuerza laboral femenina.
Georgette, por ejemplo, afirma que aunque a veces los cólicos “sí están de la chingada, si te tomas algo a las 2 horas se te quitan y puedes seguir con tu vida. No es justificación para no ir a trabajar”. Y es que muchas podrían aprovecharlo y tener “su puente” mínimo una vez al mes.
Entonces, debería ser decisión individual si el cólico (o incluso la tristeza) es lo suficientemente fuerte como para pedir tu día de trabajo en casa. Al final del día, la sangre no interfiere con las habilidades… y mucho menos con la esencia.
*Fuente: Nan Goldin, Bloody Bedroom in a Squatted House, Berlin, 1984.