Durante toda la historia de la humanidad, la inmigración ha sido parte permanente del desarrollo y formación de las sociedades que conocemos hoy. De esta manera podemos comprender el papel que desarrolla cada pueblo dentro del sistema que rige al mundo.
Vivimos una alteración dentro de las democracias predominantes del mundo occidental, donde las esferas nacionalistas y conservadoras se han apoderado de los mecanismos que dictan el rumbo de la inmigración moderna.
Tras la suspensión temporal por parte de Estados Unidos a ciudadanos indocumentados, las ciudades fronterizas de México han tenido que lidiar con un problema aún mayor. La concentración masiva de inmigrantes procedentes de Haití, un país azotado por la pobreza, marginación y fenómenos naturales que han dejado en desdicha a la primera república de población negra en la historia.
El inicio de una nueva vida en la frontera
Las ciudades fronterizas de Tijuana y Mexicali, mantienen una afluencia industrial y económica importante por su ubicación geográfica y por la industria manufacturera, sin embargo, la crisis migratoria se agudizó en 2016 cuando miles de haitianos buscaban cruzar la frontera en busca de nuevas oportunidades, los albergues quedaron abarrotados, dejando a cientos en las calles, en espera de que las autoridades en Estados Unidos reactivaran el proceso de protección temporal, programa de ayuda diseñada por la administración de Obama al migrante haitiano tras sufrir un devastador terremoto en 2010.
De esta manera, muchos haitianos buscaban una manera de ganarse la vida en territorio tijuanense, sobre todo en la industria hotelera, sector obrero y de ambulantaje. Muchos dueños de inmuebles no confiaban en rentar sus propiedades a los inmigrantes por lo que hacían pequeños grupos instalados en terrenos baldíos o zonas abandonadas.
Tras la sobrepoblación de inmigrantes en las calles, a finales de 2016 se creó el Comité Estratégico de Ayuda Comunitaria junto a la Comunidad Salesiana de Tijuana, quienes estimulan el desarrollo integral de los sectores marginados de la ciudad, administran albergues destinados a la ola inmigrante y se encargan de recolectar despensas y ayuda para su manutención.
De acuerdo con estadísticas del Comité Ciudadano de los Naturalizados Afromexicanos, existen cerca de 3 mil 700 migrantes en la zona fronteriza, donde el 80 por ciento se concentra en Tijuana y mil 800 haitianos han sido deportados de Estados Unidos y permanecen 4 mil 400. El comité hizo una alianza con 31 albergues emergentes administrados por organizaciones religiosas, quienes diseñaron un sistema de colectas, talleres recreativos, ayuda psicológica y orientación legal gratuita con el fin de mantener activos a los migrantes y evitar que cometan actos delictivos.
También se implementó un programa de coordinación con las autoridades municipales y estatales para facilitar la distribución de apoyos. “El trabajo con los gobiernos locales es fundamental, su participación e interés sobre el problema migrante no era abordado dentro de su agenda pública, la construcción de albergues fue iniciativa de la sociedad civil”, relató Soraya Vázquez Pesqueira, abogada especialista en derechos humanos y vocera del Comité Estratégico para la ayuda del migrante.
Coyuntura legal de los migrantes
Mexico a través de Migración, otorgó a los desahuciados caribeños, una estancia legal de un año donde pueden trabajar bajo la normativa laboral, gracias a un número de seguridad social donde pueden ser atendidos en el Instituto Mexicano del Seguro Social. “El gobierno ha facilitado la mejora de infraestructura en los albergues invitando a los migrantes a establecer su situación legal por medio de una ”visa humanitaria” para vivir en México con posibilidad de trabajar y tener una vivienda digna”, explicó Soraya Vázquez.
“Estamos buscando dónde establecernos, antes la idea era llegar a Estados Unidos, pero tras la llegada de Trump al gobierno, hemos decidido refugiarnos en México. Soy médico general y quiero trabajar y estudiar aquí, junto con mi esposa y mi bebé”, declaró Junior, un migrante en busca de nuevas oportunidades.
En ambas ciudades fronterizas, los ciudadanos haitianos parecen adaptarse positivamente. Muchos de ellos tienen estudios e incluso maestrías, donde en una zona tan industrial, les sienta a la perfección para tener una vida mejor. Cada vez es más común verles trabajar en hospitales, restaurantes u hoteles. Siempre con la esperanza de tener una calidad de vida para ellos y sus familias.
*Con información de Animal Político
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