A menos de ocho semanas para las elecciones, Clinton y Trump encaran la recta final de la campaña con estrategias divergentes. Las encuestas muestran un empate técnico. El debate del próximo 26 de septiembre será determinante incluso para México: el valor del peso frente al dólar espera que Trump no sea el ganador de la contienda.
Esta no es una elección común. La sensación general entre el electorado es la de desencanto. Los dos aspirantes al cargo público más importante en los Estados Unidos son también, según las encuestas, las figuras más desprestigiadas entre el público norteamericano.
Clinton ha pasado más de cuatro décadas bajo el escrutinio del público. Trump se ha ganado a pulso las etiquetas que lo tildan de racista, xenófobo y autoritario. Pero ambos comparten un rasgo en común entre sus electores: cerca del 60 % los describe como poco confiables en el mejor de los casos. En el peor, los llaman “mentirosos”.
La campaña más larga en la historia de los Estados Unidos entró en la zona caótica. La ventaja de Clinton, que llegó a ser de hasta siete puntos, se ha diluido. Se le atribuye a ella misma esa caída. Su decisión de no revelar que padecía neumonía hasta que no tuvo opción y sus comentarios sobre los seguidores de Trump (“la mitad de ellos son deplorables”) la han puesto en el foco de las críticas.
Su equipo afirma que la forma en la que encaró esos fallos es lo que la diferencia de Trump. La ex Primera Dama pidió disculpas rápidamente por sus declaraciones y publicó los detalles de su salud.
Pero Trump ha sabido capitalizar el paso errático de su contrincante como nunca antes. Con la llegada de dos nuevos directores de campaña, el millonario ha moderado su tono. Los exabruptos han sido sustituidos por un teleprompter con discursos estructurados. La incontinencia verbal del millonario en Twitter ha sido controlada por sus asesores.
Los expertos, que hace un año se burlaban de la candidatura del republicano, ven hoy con incredulidad cómo ha remontado en casi todas las encuestas nacionales. Incluso en Ohio y Florida –dos estados claves para ganar las votaciones– se ha puesto en ventaja.
En México, las subidas de Trump en la intención de voto (en parte gracias a la visita a Los Pinos) y la depreciación del peso frente al dólar no son una casualidad. Los mercados en general son reacios a la idea de un presidente tan explosivo y polarizador.
Uno de los últimos eventos que podrían cambiar la narrativa de estas elecciones, que hasta ahora ha sido oportunista, es el debate del próximo 26 de septiembre. Ese día se cumplirán 56 años del primer debate televisado entre Nixon y Kennedy. Los que lo escucharon por radio creyeron que la discusión la había ganado Nixon. Los que vieron por televisión pensaron lo contrario.
En la historia de las elecciones, no es inusual que la diferencia porcentual se cierre conforme se acerca el día de las votaciones. A estas alturas de septiembre, pero en 2008, Barack Obama (a la postre ganador) perdía contra John McCain en el promedio de las encuestas por más de 4 puntos porcentuales.
En 2012, la semana previa a los comicios, Obama estaba empatado con Mitt Romney. Las encuestas de salida el día de las votaciones le daban una ventaja mínima al exgobernador de Massachusetts, que acabó perdiendo por casi el 5 %. La diferencia sustancial en este año es que estamos en presencia de dos candidatos imprevisibles.
*Con información de: Animal Político, The New York Times, The Washington Post.