Ser afromexicano en un país que tardó 2015 años para reconocer su existencia fue algo difícil. El propio Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) tardó hasta la encuesta de ese año a añadir un espacio para conocer a nivel república mexicana cuántas personas afrodescendientes tiene la nación, arrojando un resultado de 1.2 por ciento.
En México, la historia negra tiene una fuerza descomunal, desde la colonia un pueblo en Veracruz llamado San Lorenzo de los Negros fue el primer pueblo de negros liberado y reconocido por la Nueva España después de intensas batallas. Un esclavo de la tribu africana Yang-Bara llamado “El Yanga” traído a México por la fuerza, se organizó con otros esclavos para liberar una guerra contra los colonos españoles, obteniendo un municipio sin persecución hacia los negros en el país. Actualmente este municipio tiene el nombre de Yanga y tiene una estatua en honor al primer libertador afrodescendiente.
Cécile Smetana Baudier es una fotógrafa franco-danesa que conoció de primera mano a la región de la Costa Chica en el pacífico mexicano. Ella estuvo un tiempo en Oaxaca trabajando en un proyecto de moda para mujeres, hasta que fue invitada por un dentista con especial reputación a realizar unas fotografías.
En su sala de espera en la capital oaxaqueña, el dentista tenía un gran galería fotográfica a lo largo de su pared, allí observó imágenes que le interesaron mucho en las cuales posaban hombres con cañas de pescar y redes en barcos a la orilla de una laguna. Ella se sorprendió porque todos los eran negros y mexicanos. Las imágenes fueron capturadas en Oaxaca y Guerrero, estaba decidida a llegar a esos remotos lugares.
Una semana más tarde de haber visto esas fotografías se dirigió a la comunidad de El Azufre, situado en el municipio de Villa de Tutepec de Melchor Ocampo en el estado de Oaxaca. Allí la mayoría de la población es afro-mexicana, en un pueblo costero bastante aislado donde pasó cinco semanas, viviendo en la tienda de campaña en el patio de un conocido local.
En El Azufre, Cécile te acopló a la vida cotidiana del pueblo donde pasaba horas caminando con su vieja cámara modelo Mamiya, durante una semana no tomó ninguna fotografía, quería que la observaran, que la gente se acostumbrara un poco a su rostro. Finalmente, a la gente se surge un poco de curiosidad y le comenzó a preguntar a qué se dedicaba o qué asunto la trajo a la comunidad.
Cécile Smetana dijo a Newyorker que El Azufre es una localidad independiente, con muy poco acceso a Internet y teléfonos inteligentes. Cuando habló con las personas sobre su proyecto de capturar la vida de las personas afromexicanas creó un ambiente muy natural en las fotografías, ellos forzaron alguna pose o ensayaron. A Cécile le gusta trabajar con la luz del amanecer y los tonos que brinda el atardecer.
Conoce el proyecto “Diáspora” de Cécile Smetana Baudier; Costa Chica en su página web.
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