Carl Edward Saga, el astrónomo y astrofísico, uno de los divulgadores de ciencia más importantes y reconocidos del siglo pasado, tenía una visión clara acerca del consumo de la marihuana: defendió el uso de la hierba y escribió un ensayo para defender su perspectiva.

En el libro “Carl Sagan: Una Vida”, Keady Davidson revela que el científico era un consumidor ávido y secreto, que no sólo disfrutaba de “la participación de la hierba sagrada”, sino que pensaba que le otorgaba ideas creativas y científicas.

Uno de sus grandes amigos, profesor de psiquiatría de la Universidad de Harvard, publicó el libro “La Marihuana Reconsiderada” en 1971. En éste incluye un ensayo de un tal “Sr. X”, tiempo después, en entrevista con Davidson, reveló que el autor del escrito, era Sagan.

La hierba le ayudó a comprender, mediante una “percepción existencial” que la humanidad estaba llena de hipocresías. Según él, había un mito acerca de “los viajes”, que el usuario tenía la ilusión de una gran introspectiva, pero no sobrevivía al escrutinio a la mañana siguiente”.

Sin embargo, él no estaba de acuerdo con esa afirmación, ya que por más devastadoras que fueran las introspectivas, no dejaban de ser reales. El único problema era “posicionarlas en una forma aceptable para el ‘yo’ diferente que somos una vez abajo al otro día”.

En esencia, la marihuana lograba incrementar el placer que tenía al comer o disfrutar de la música: “una papa puede tener el sabor, la textura y el cuerpo de otras papas, pero mucho más”.

En cuanto al sexo, la marihuana da una “exquisita sensibilidad”, aunque pospone el orgasmo, en parte porque distrae con la profusión de imágenes pasando frente a los ojos. Asimismo, la droga logró mejorar la apreciación que tenía del arte, un tema sobre el que nunca antes se había enfocado.

Encontró que la mayoría de los pensamientos a los que accedía cuando usaba marihuana se relacionaban con temas sociales. Recordaba una ocasión cuando tuvo ideas sobre los orígenes del racismo: al final del “viaje” había escrito alrededor de once “ensayos cortos” que versaban sobre una gran variedad de temas sociales, políticos, filosóficos, humanos y biológicos.

Sagan aseguró que, a pesar de los esfuerzos que hizo para hallar dificultades en particular respecto a problemas actuales en su campo de estudio (la ciencia y la astronomía), pero nunca los halló. Incluso, aseguró que la hierba le funcionaba “hasta cierto punto”.

Aunque Carl nunca se proclamó como una persona religiosa, reconocía que los viajes tenían un tinte religioso: la sensibilidad estimulada en todos los aspectos y áreas le otorgaba una sensación de comunión con lo que lo rodeaba, ya sea que fueran objetos animados o inanimados.
Y lo más importante: logró “reconciliar” algunos datos disparatados, cosa que jamás habría logrado sin estar en un viaje de marihuana.

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