álvaro Obregón 286… ¿Cuántas veces no hemos escuchado esta calle en los últimos días? En ese edificio trabajaba Lucía Zamora, de 36 años, sonrisa tímida, complexión delgada y cabello lacio castaño oscuro. Su cuerpo, ese que trabajaba todos los días sentado frente a un escritorio, terminó oculto bajo los escombros de uno de los edificios más dañados en la colonia Roma tras el sismo del 19 de septiembre.
Su conciencia y recuerdos no daban para más. Abrió los ojos después de sentir el temblor de 7.1 y vio una loza encima de ella. La cara, esa que había maquillado en la mañana, ahora estaba llena de mucho polvo y no sabía si tendría la oportunidad de salir viva del siniestro.
Los gritos de los rescatistas la mantuvieron viva. Fueron sus bromas y comentarios los que hicieron que Lucía no bajara los brazos, que no dejara de intentarlo por toda la gente que afuera ayudaba a quitar piedra por piedra los restos del que era su espacio de trabajo. Ilesa, con algunos raspones y con el miedo de que vuelva a ocurrir, esta mujer describió cómo es vivir bajo los escombros pensando en si mereces una segunda oportunidad de vida… o no.
*Foto: Televisa News.
Tomó su celular en cuanto comenzó a temblar. Lucía caminó hacia la recepción y su compañero, Isaac, guiaba a los demás hacia las escaleras de emergencia. No alcanzó a llegar. Al igual que él, Lucía se quedó a mitad de camino; no llegó a las escaleras de emergencia porque cuando menos se dio cuenta, el techo del edificio ya se le había venido encima.
«Cuando terminó de caer todo se escuchaban gritos, alaridos, gente llorando», narra aún temerosa Lucía a Milenio. «Lo primero que hice fue ver si podía hacer una llamada pero no había llamadas, después recuerdo que recé». Comenzó a recordar que Isaac estaba con ella y lo vio ahí, a un lado. Lucía perdió conciencia de todo. No sabía si estaba parada, recostada… No lo sabía.
«Creo que estaba parada, inclinada, recargada hacia la derecha, y a mi lado estaba Isaac, boca abajo», dice Lucía tratando de recordar. Comenzaron entonces a hablarse y preguntarse si estaban bien, si sangraban, si tenían heridas profundas. Fue entonces que comenzaron a escuchar los gritos de la gente de afuera. Pasaban las horas y cada que los escuchaban, veían una oportunidad para gritar: «¡Ayuda! ¡Estamos aquí!».
*Foto: Proceso.
Se preguntaban entre ambos si habían hecho algo mal. Se dirigieron hacia la escalera de emergencia, entonces, ¿por qué no llegaron? ¿por qué les estaba sucediendo esto si no gritaron, no corrieron y tampoco empujaron? Eso ya no importaba ahora. Escuchaban a un hombre que les preguntaba «¿están ahí?» y eso los animaba.
Lucía gritaba fuerte y animaba a Isaac a que lo hiciera. Así fue como se dieron cuenta de la existencia de Paula, una mujer que estaba en el cuarto piso y que también gritaba a los rescatistas que no los dejaran morir. «Nos hacían bromas, nos hacían prometerles que les invitaríamos una cena», cuenta Lucía, quien después de ser rescatada, no quiere salir de casa de su hermana, lugar en donde vive por ahora. «Me decían que ya habían visto una foto mía y que tenía una sonrisa muy linda».
Cuando sacaron a Lucía, el 20 de septiembre, gotas de lluvia mojaron su rostro: «Fue la sensación más maravillosa de la vida, de gratitud, todos aplaudían… cada vida que salvan es una gran celebración, lo toman como un nacimiento». Eso fue para Lucía Zamora, una segunda oportunidad. Ahora, después de sobrevivir, se pregunta ¿por qué es que se salvó? ¿cuál será su misión en este mundo? Eso ya lo descubrirá conforme recupere el aliento y vuelva a comenzar.
Podría interesarte:
Autoridades anuncian el fin de las operaciones de rescate por el sismo en el centro de México