Una explosión en un convoy de autobuses abarrotados en Alepo, Siria, mató a 126 personas, entre ellas más de 60 niños y es posible que aumente el número de víctimas mortales por sus actuales condiciones médicas. El Observatorio Sirio para los Derechos Humanos con sede en Londres denunció la masacre la noche del domingo y argumenta que podría ser el peor ataque de este tipo ocurrido en el país en casi un año.
Los rescatistas de defensa civil, quienes hacen misiones de rescate en zonas de caos, retiraron aproximadamente 100 cuerpos del lugar donde se produjo la explosión, el sábado. Los autobuses transportaban residentes chiitas, (minoría musulmana) quienes pretendían trasladarse de territorio rebelde a territorio controlado por el gobierno, a raíz de un pacto de evacuación entre los bandos en conflicto. Dicho desalojamiento se llevaba a cabo en virtud a negociaciones que se remontan al mes de marzo entre el grupo chií libanés Hezbolla e Irán, aliados de Damasco y la facción siria ‘Ejército de Conquista’, auspiciado por Catar, para determinar la situación de la población chií en medio del conflicto.
Los convoys, quienes estaban escoltados por unidades vehiculares rebeldes, transportaban por lo menos unas 5 mil personas entre civiles y combatientes progubernamentales a quienes se les cedió un acuerdo de salvoconducto para salir de las aldeas chiíes al-Foua y Kefraya, en la provincia de Idlib, Zona sitiada por fuerzas rebeldes. A su vez, bajo dicho acuerdo, más de 2 mil personas, incluyendo combatientes rebeldes, recibieron permiso para retirarse de Madaya, una población cercana a la capital asediada fervientemente por fuerzas gubernamentales y sus aliados.
De acuerdo con medios de comunicación de Damasco, el atentado fue perpetrado por un atacante suicida transportado por vehículo de “tracción con cuatro ruedas”, cargando una cantidad considerable de explosivos. La principal facción armada de la oposición, que lucha bajo la batuta del Ejército Libre Sirio condenó la embestida calificándola como un ”ataque terrorista cobarde y traicionero”. ”Este ataque va en contra de los principios del Islam, sirviendo a las políticas sectarias del régimen que, como beneficiario de este ataque, intenta encubrir las masacres de Ghouta y Jan Shaijún”, declaró en su cuenta de Twitter el grupo armado rebelde, Ahrar al Sham.
El director del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, UNICEF, Anthony Lake, condenó con indignación el atentado. ‘Tras seis años de guerra y matanza en Siria, supone un horror que rompe el corazón a todo aquél que tenga hijos”, dijo Lake en Nueva York. ‘No podemos permitir que sólo nos llene de rabia, sino que también debemos renovar nuestra decisión de ayudar a niños en Siria y poner fin a esta guerra de una vez por todas’, finiquitó.
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