â¿Puede ver algo?â?, preguntó Lord Carnavorn, ansioso. âSÃ, cosas maravillosasâ?, respondió Howard Carter, el arqueólogo que, a través de una rendija, veÃa por primera vez en 3 mil años los tesoros de la tumba de Tutankamón impulsando con ello, hace justo un siglo, la primera oleada de fiebre mundial por la egiptologÃa. Carter (1874-1939), tan diestro para la publicidad y las relaciones públicas como minucioso para registrar al detalle sus descubrimientos, dejó innumerables notas, descripciones y dibujos que él mismo trazó durante las excavaciones de la tumba, algunas de las cuales pueden contemplarse desde esta semana en la Weston Library de la Universidad de Oxford.
La tumba de Tutankamón
La muestra, abierta hasta febrero del próximo año, reconstruye el proceso en el que Howard Carter, financiado por el aristócrata inglés George Herbert, quinto conde de Carnarvon, identificó y excavó la única sepultura regia del antiguo Egipto que llegó a nuestra época prácticamente intacta, con sus pesadas puertas de piedra y yeso todavÃa selladas.
La apertura de la tumba, en noviembre de 1922, desató un fenómeno cultural que continúa vivo y que ha creado numerosas leyendas a su alrededor, desde las historias sobre la maldición de la momia de Tutankamón hasta noticias falsas sobre saqueos del tesoro tras el descubrimiento. Para el egiptólogo Richard B. Parkinson, uno de los responsables de la exposición en Oxford, Carter supo transmitir como nadie la âemociónâ? del descubrimiento y âle dio al público lo que querÃaâ?, aún a costa de perpetuar ciertos estereotipos. Su hallazgo ârecibió una enorme publicidad y la gente quedó fascinadaâ?. El libro donde relató sus campañas de excavación puede considerarse âuna obra maestra de la comunicación popularâ?, señaló Parkinson.
El descubrimiento más inesperado de la historia
Howard Carter recibió el permiso oficial para excavar en el Valle de los Reyes en 1914. Sus predecesores habÃan removido su arena durante décadas y ya habÃan perdido el interés al considerar que los descubrimientos estaban agotados. Sin embargo, el británico tenÃa el âpresentimientoâ?, según él mismo explica en su relato sobre aquellos dÃas, de que al menos una tumba permanecÃa todavÃa escondida.
Algunos hechos respaldaban su corazonada, dejó escrito el arqueólogo. ConocÃa una zona del valle donde se habÃan ido acumulando escombros de otras excavaciones durante décadas y no habÃa sido explorada. En las cercanÃas, además, habÃan aparecido objetos con el nombre de Tutankamón. Parkinson atestigua que Carter era el único que aún confiaba en que algún resto importante seguÃa enterrado, aunque pone en duda que supiera exactamente qué secreto escondÃa todavÃa la arena. â?Estaba excavando muy a fondo el Valle de los Reyes con la esperanza de encontrar algo. Más tarde siempre dijo que sabÃa que (la tumba) estaba allÃ, que era justo aquello lo que estaba buscando, pero creo que eso es en cierto modo un mitoâ?, sostuvo el experto.
Howard Carter alcanza fama mundial
Howard Carter y Carnarvon vendieron por 5 mil libras de la época los derechos exclusivos para informar sobre el hallazgo al diario The Times, que cuatro dÃas después de la primera apertura habÃa enviado a un corresponsal para informar al mundo sobre el trascendente descubrimiento. Su relato procuró una fama inmediata tanto a los arqueólogos como al antiguo faraón. Durante las semanas posteriores, Carter se quejaba en sus diarios de que las constantes visitas de autoridades y personalidades bloqueaban el arduo trabajo de clasificar y retirar los centenares de objetos del sepulcro.
Aun asÃ, alimentar la ávida curiosidad de los diarios de todo el mundo nunca dejó de estar entre sus prioridades. Procuraba extraer uno a uno los tesoros de la tumba sin cubrirlos, para que fueran bien visibles y saciaran las expectativas de los curiosos y periodistas que se agolpaban diariamente frente a la excavación. La excavación, probablemente la más célebre de la historia de la arqueologÃa, estuvo desde el principio a medio camino entre el descubrimiento cientÃfico y el espectáculo mediático.
Con todo ello, los expertos recalcan que Carter, él mismo sin formación académica, se supo rodear de algunos de los mejores especialistas del momento para conservar y ordenar las piezas, y alaban su detallado trabajo. Resaltan además el papel que jugaron arqueólogos y trabajadores locales, que en los relatos sobre el hallazgo suelen quedar apartados. â?Esta tumba fue creada por egipcios y ellos también jugaron un papel vital para rescatarla y preservarlaâ?, subrayó Parkinson. Fallecido en 1939, Carter no llegó a ver publicados los estudios finales sobre el sepulcro, pero, sus notas y dibujos continúan siendo útiles un siglo después para comprender detalles sobre la antigüedad que solo conocemos gracias a la cápsula del tiempo que él y su equipo encontraron bajo el desierto.
Con información de EFE