Mongolia es conocida por sus estepas interminables, sus lagos y sus nómadas. Un paisaje de postal que en invierno desaparece bajo la espesa niebla tóxica que cubre la capital y pone en peligro la salud de miles de niños. Ya no podemos. El planeta nos grita a diario que ya no puede más con nosotros. Ulán Bator, donde viven casi la mitad de los 3 millones de habitantes del país, es una de las ciudades más contaminadas del mundo, a raíz del uso extendido del carbón para las estufas.
La mayoría de sus habitantes vive en barrios precarios en la periferia, en carpas sin agua corriente ni sistemas de cloacas decentes. Para miles de familias, el dilema no tiene solución: ¿mantener a los niños cerca, a riesgo de poner su salud en peligro, o enviarlos a vivir al campo para protegerlos de la contaminación?
En este país enclavado entre Rusia y China, el aire contaminado provoca un verdadero abandono desde la capital. Los expertos advierten que la contaminación es desastrosa para los niños, hasta el punto de retrasar su desarrollo o provocarles enfermedades crónicas. En miles de carpas se quema carbón -e incluso plástico- para enfrentar el frío de hasta 40 grados centígrados bajo cero.
Los niños son los principales afectados con este problema de contaminación en Mongolia. (Foto: AFP)
Destino: el aire puro
“Hacemos constantemente idas y vueltas al hospital”, dijo Erdene, una habitante de la localidad, a la agencia de noticias AFP. Su hija Amina sufrió neumoconiosis -una enfermedad pulmonar causada por la inhalación de polvos peligrosos- en dos ocasiones cuando tenía apenas dos años, y necesitó varios tratamientos con antibióticos.
Según los médicos, hay una única solución posible: enviar a la niña al campo. En la actualidad, Amina vive con sus abuelos en Bornuur Sum, una aldea situada a 135 kilómetros de la capital.”Nunca volvió a enfermar desde que vive allí”, dijo Ernede, quien ve a su hija dos veces por semana mediante un viaje de ida y vuelta que le consume por lo menos tres horas.
“Fue muy difícil durante los primeros meses, llorábamos mucho al teléfono”, dice la mujer que, como muchos otros adultos en Ulán Bator, ha tenido que aceptar esta situación para proteger a su hija. Estudios coinciden en que Ulán Bator no es sólo la capital más fría del mundo sino también la que posee la peor calidad del aire. El nivel de PM2,5 -en referencia a las partículas finas suspendidas en el aire- alcanzó los 3 mil 320 microgramos por metro cúbico en enero, equivalente a 133 veces la recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Los niños no sólo peligran por la contaminación, sino también por las bajas temperaturas. (Foto: AFP)
Huir al extranjero
Esto termina por elevar tensiones sociales. Los habitantes más privilegiados de Ulán Bator no dudan en culpar a los inmigrantes de los barrios periféricos de la contaminación, y piden su expulsión. “Esas personas vienen a instalarse en la capital porque precisan de un ingreso regular, aunque no es su culpa”, se indigna Dorjdagva Adiyasuren, madre de una familia que vive en una carpa con seis niños.
Para tratar de resolver el problema, las autoridades prohibieron los movimientos migratorios en el interior del país en 2017. Desde 2018 el uso de carbón en estufas teóricamente ya no está autorizado, aunque esta normativa raramente se aplica. Las familias que disponen de medios huyen al extranjero en los períodos de contaminación más grave.
Efectos para la salud
Los efectos de la contaminación son desastrosos para los adultos, pero los niños son aún más vulnerables, en parte porque respiran más rápido y absorben más aire, y por lo tanto más elementos contaminantes. A pesar de los riesgos para la salud, Badamkhan Buzan-Ulzii y su marido, por ejemplo, no han tenido más opción que permanecer en la capital para trabajar, pero tuvieron que enviar a su hijo Temuulen, de 2 años, a más de mil kilómetros de distancia, con familiares.
Buzan-Ulzii, de 35 años, dudó mucho en tomar esa decisión, ya que inicialmente trasladó a toda la familia a otro distrito, pero fue en vano. Varios problemas de salud y una bronquitis que tomó casi un año en ser superada, convencieron a la familia de enviar a Temuulen a casa de sus abuelos. “No importa que yo lo extrañe o quien lo críe. Si goza de buena salud, yo estoy contenta”, dijo. Hasta ahora, la decisión parece haber sido la correcta, dijo Buyan-Ulzii: “Mi suegra me preguntó si es necesario seguir dándole los medicamentos, ya que ha dejado de toser”, sentenció.
Foto de portada: El País.
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