La revista británica The Economist, reconocida por defender el libre mercado y la privatización, dice que el candidato de Morena a la presidencia de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), aka «el terror de los mercados», es un populista. Pero un populista que, sin duda, estará al frente de las preferencias electorales durante las campañas recién inauguradas.
Mientras tanto, el candidato del Partido Acción Nacional (PAN), Ricardo Anaya, está «en llamas», y no precisamente ese fuego que tiene connotaciones positivas o envidiables (como cuando decimos he’s on fire), sino envuelto en calor que quema hasta incinerar.
¿Por qué Anaya y Meade son obstáculos fáciles de sortear?
A pesar de que la publicación ha criticado al tabasqueño por sus ideologías “radicales”, en su última publicación dedicada a la contienda mexicana, titulada “Cómo AMLO podría ganar la elección de México”, The Economist (también caracterizada por publicar artículos sin firma) asegura que el escándalo de lavado de dinero que le estalló como dinamita a Ricardo Anaya benefició a Obrador de formas inesperadas…pero lógicas.
Y por otro lado tenemos a José Antonio Meade, quien a nombre del Partido Revolucionario Institucional (PRI) contiende por la silla presidencial y pretende sacudirse la corrupción que envuelve a su partido. Pero muy pocos se dejan engañar.
¿Y cómo no?, basta hacer un recuento de las muertes, políticos prófugos, feminicidios, desaparecidos, fosas clandestinas, estudiantes perdidos y reformas fallidas para desconfiar, aunque sea un poco, de la institución al mando.
Es decir, AMLO es el único que, hasta ahora, tiene las manos limpias. Y lo más importante: también es el único que representa una “ruptura con el pasado” (cada lector deberá pensar brevemente en el pasado de México…y dará con algo en común).
Pero, ¿eso es suficiente para que AMLO triunfe?
La publicación dice que el escándalo de Anaya, que lo involucra con el empresario queretano Manuel Barreiro, acusado de lavado de dinero, quien presuntamente fue prestanombres del candidato para la compra de un terreno en Querétaro, su tierra natal, resultó ser un arma de doble filo.
No sólo lo puso en evidencia, sino que también nos recordó a los mexicanos lo que tanto necesitamos: que alguien termine con la corrupción.
El abogado Joaquín Xamán McGregor, quien acusa a Anaya del delito, sostiene que dos clientes suyos fueron contratados por Barreiro Castañeda para realizar una serie de operaciones financieras que «tenían como finalidad hacer llegar recursos económicos al señor Ricardo Anaya».
A pesar de que las acusaciones ya impactaron en los resultados de Anaya en las encuestas, el candidato se empeña en negar las acusaciones y, además, asegura que todo lo que hizo lo hizo dentro de la ley. Así que, quizá, todavía no sea suficiente para que AMLO atraiga los votos de todos aquellos de abandonaron al abanderado del PAN.
¿Cómo beneficia a AMLO la lucha del PRI contra el PAN?
Desde el inicio de la acusación, cuando todavía eran rumores, el gobierno priista, casi de inmediato, se dedicó a echarle más leña al fuego de Anaya, algo que también, sin quererlo, benefició a AMLO, pues nuevamente manchó la relación que existe entre el poder (PRI) y los encargados de hacer justicia.
En esencia, se puso en tela de juicio la “libertad” que tienen los procuradores de justicia, al grado de publicar un video de Anaya entrando a las instalaciones de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (Seido).
El encargado del caso Anaya, Elías Beltrán, Subprocurador Jurídico y de Asuntos Internacionales de la Procuraduría General de la República (PGR), organismo que publicó el video, no castigó al exgobernador de Chihuahua, César Duarte, por el delito de lavado de dinero, así que todo el proceso está en duda, pues muchos consideran que se trata de una guerra sucia contra el PAN, su eterno enemigo.
Y mientras ellos se atacan, el abanderado de Morena aprovecha para lanzar mensajes de amor y paz, que lo dibujan como un candidato que no vino a pelear más que por la presidencia y sin puñaladas por la espalda ni insultos demasiado personales contra sus contrincantes.
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