La Brecha de Guerrero es una brecha sísmica que se ubica en el océano Pacífico, justamente frente a las costas de ese estado en la zona conocida como Costa Grande. Esta franja tiene una extensión de 230 kilómetros desde el sur de Acapulco terminando en Papanoa, una localidad que se encuentra en el municipio de Técpan de Galeana. Tras el sismo de 7.1 grados que sacudió este martes a la región, la Brecha de Guerrero finalmente despertó de un letargo que sorprendía a todos los expertos.
¿Por qué la Brecha de Guerrero es clave para entender los sismos en la zona?
La Brecha de Guerrero se encuentra en la fosa mesoamericana, justo en el lugar donde se produce el choque de dos placas tectónicas: la placa Norteamericana y la placa de Cocos. Está demostrado que, en esa zona, la placa de Cocos se introduce por debajo de la placa Norteamericana generando una alta probabilidad de sismos de gran magnitud; por ejemplo, el de este 7 de septiembre a las 20:47 horas con un epicentro muy cercano a Acapulco.
Un fenómeno inusual
A pesar de sus condiciones geográficas, la Brecha de Guerrero no presenta sismos de forma frecuente desde que se lleva registro. En total, tras el sismo de este 2021, el registro es de siete. 7 de abril de 1845 (8 grados), 24 de enero de 1899 (7.7 grados), 14 de abril de 1907 (7.9-8.2 grados), 26 de marzo de 1908 (7.6 grados), 30 de julio de 1909 (7.5 grados), 16 de diciembre de 1911 (7.6 grados) y 7 de septiembre de 2021 (7.1 grados). ¿Qué significa esto? Más de 100 años de inactividad en esta zona de choque entre placas tectónicas, pero, todo apunta a que es una de las causas principales de lo ocurrido este martes.
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¿Qué dicen los expertos?
Hace unos años, la UNAM detalló cómo varios expertos consideraban que un gran sismo podría darse desde la Brecha de Guerrero. En sus proyecciones, se comenzaron a difundir diversos estudios científicos en los que se anticipaba un “inminente gran temblor”. ¿Cuál era la zona posible? Sí. La famosa Brecha de Guerrero.
El debate se centraba en desmitificar la teoría de las Brechas Sísmicas, la cual postula que la probabilidad de un sismo es muy alta cuando existe inactividad en la zona durante más de 30 años. En ese reportaje de la UNAM publicado en 2018, al analizar datos de la composición del terreno en esa zona de interfase de placas tectónicas, expertos de Francia y México encontraron evidencias de que, al contrario, la brecha sísmica de Guerrero podría tener un riesgo menor en comparación con el resto de la franja costera.
Foto: Captura especial
Allen Husker, del Instituto de Geofísica y Luca Ferrari, del Centro de Geociencias en Juriquilla, ambos de la UNAM, observaron indicios de una capa impermeable de roca ígnea en el manto terrestre ubicado bajo la brecha de Guerrero. Este cuerpo actuaría como sellador, al atrapar fluidos en la zona de interacción de las placas tectónicas. Pese a ello, esto no habría sucedido el 7 de septiembre dando lugar a uno de los sismos más fuertes registrados en la zona.
De acuerdo a Husker y Ferrari, durante el choque de placas se liberan líquidos que quedan atrapados y actúan como un lubricante. Esto reduce la fricción y, por ende, evita la acumulación de energía suficiente para detonar sismos regulares. Al mismo tiempo, según su investigación, este mecanismo en la zona de interfase entre ambas placas tectónicas estaría relacionado con los llamados sismos lentos, es decir, desplazamientos graduales que no generan daños, pero que sí liberan cierta energía acumulada.“Parece que la razón por la cual no ha habido grandes terremotos en la brecha de Guerrero es porque los sismos lentos han tomado los esfuerzos”, señalaba Husker en aquel septiembre de 2018.
Para sorpresa de todos, este 7 de septiembre las proyecciones fallaron y el gigante despertó.
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Foto de portada: Bárbara Castrejón / DGDC-UNAM