Apenas salió el reportaje de la fotógrafa ecuatoriana Paola Paredes, cuando nos vimos en la necesidad de exponer qué es lo que pasa en México con la clandestinidad con la que operan algunos centros de reclusión que pretenden “curar” la homosexualidad en nuestro país, algo que recientemente se prohibió en México.
Las imágenes de Paola reflejaban la dureza con la que en su país, dentro de algunas clínicas, torturaban y maltrataban a los recluidos para que así “se les curara” de esa “enfermedad” llamada homosexualidad. La experiencia que aquí te retratamos fue vivida en carne propia por quien escribe esta nota, que ha decidido mantenerse en el anonimato para no exponerse ante alguna represalia. Lo cierto es que estos lugares existen en nuestro país y es necesario visibilizarlos para que se hagan las denuncias correspondientes, en caso que tú también conozcas sobre alguno de ellos.
Todo comienza con la promesa de ‘curar’ a tu familiar homosexual
Con los ojos vendados, son trasladados a un lugar retirado de sus hogares. Ahí, pensando que están a salvo, son sobajados, humillados, golpeados… Con estas acciones se pretende que recapaciten, que se den cuenta que ser homosexual no es algo con lo que se nace, es una “enfermedad” que puede tener “cura” gracias a sus métodos.
Los retiros clandestinos para “curar” la homosexualidad en México operan de manera disfrazada para así acceder a las personas con suma facilidad, sin imaginarse de lo que son capaces de hacer para “librar” de este “mal” al país. Pasar “el mensaje” es la finalidad de quienes integran estos retiros. Se acercan a las familias de los homosexuales para hacerles ver que “la vergüenza” que les están haciendo pasar, tiene solución.
Convencidos los familiares, los homosexuales tienen que acudir a cuatro juntas programadas de lunes a jueves. Antes de tomar la primera reunión, un cuestionario concreto es la primera prueba a superar: “¿Consumes o has consumido drogas?”, “¿Crees en Dios?”, “¿Cuántas veces tienes sexo a la semana?”, “¿Lees la Biblia?”.
‘Ustedes están aquí para dejar de ser indeseables para su familia’
La presentación ante los demás también es esencial. El nombre va primero. Después “el padecimiento”. Todos tienen en común ser homosexuales. A lo largo de esas cuatro juntas, dos personas están presentes. Diario son dos personas diferentes. Una de ellas solamente escucha, la otra va narrando con palabras altisonantes lo que ha sido de su vida desde que se descubrió homosexual, hasta que logró “curarse”.
A mitad de la junta, una tercera persona entra para hacer una colecta para poder proporcionarles café en cada reunión. Ninguno puede hablar, ninguno puede decir nada. Nadie puede pronunciarse en contra. Están ahí para “curarse”, para dejar de ser “indeseables” para sus familias. Al término de cada reunión se hacen rezos, se pide por la recuperación del “enfermo”. Forman una rueda tomados de las manos y repiten alabanzas que emite el líder del retiro.
“No parece tan agresivo”, de inicio piensan algunos. No saben lo que viene después. Al finalizar la cuarta junta previo al fin de semana, se les hace saber qué es lo que tienen que llevar al lugar en donde serán “curados”. Fotografías de sus familiares, de los seres que aman, diarios, medicamento (en caso de utilizar alguno para algún padecimiento que tengan), cobijas, ropa caliente y una linterna. Todo parece indicar que el reencuentro consigo mismos será como un día de campo. Todo parece que así será hasta que la realidad los alcanza.
La pesadilla comienza
Sin saber a dónde serán trasladados, el viernes en la mañana abordan autos propiedades de los líderes de estos retiros. No pueden hablar. Son despojados de sus teléfonos móviles. Se les dice que llegando a su destino podrán comunicarse con sus familias para hacerles saber que llegaron con bien. Eso nunca sucede.
Al llegar al lugar, una especie de hacienda abandonada, comienza el sometimiento. Ingresan a un cuarto grande y oscuro en el que hay mesas de plástico, alumbradas por veladoras que están dentro de latas de atún. El ambiente es tenso, inquietante, desolador. Las preguntas para cada uno son iguales: “¿No te da pena?”, “¿Crees que Dios no se avergüenza de ti?”, “¿Crees que a tu familia no le haces pasar tormentos siendo homosexual?”
A oscuras, apenas alumbrados por la pequeña veladora, escuchan testimonios desgarradores de “exhomosexuales” que se “curaron” gracias al poder de la divina palabra que se les enseñó en el retiro. Gritan lo mal que lo pasaron siendo homosexuales y lo bien que se sienten ahora, en su nueva etapa de reencuentro con ellos mismos.
Golpes y humillaciones como parte del ‘método’
Todo lo pasan en un fin de semana. No se les permite dormir, no se les permite tampoco comer. Son rociados con agua bendita, son obligados a leer pasajes bíblicos. Cuando ya están agotados mentalmente, cuando han sido humillados con afirmaciones prejuiciosas, cuando algunos de ellos incluso han sido golpeados, se les muestra cruelmente alguna fotografía de sus seres queridos para que el ánimo quede por los suelos, para que, bajo el sentimiento que les provocan con las imágenes de sus familias, comiencen a afirmar que su condición de homosexuales en realidad sí es una enfermedad y que esperan “curarse” con el método impuesto en estos retiros.
Después de haberse aceptado como “enfermos” y “curados” por los líderes, el domingo entrada la noche regresan a casa. Con aspecto desgastado por no probar alimento, con el alma roída por los insultos, con mal olor después de no acercarse al sanitario mas que para hacer sus necesidades a la hora que los responsables de los retiros lo decidieran, termina el calvario al que son sometidos estos seres humanos, en algo parecido a las granjas utilizadas para la cura del alcoholismo crónico.
Actualmente, estos retiros operan de manera ilegal en México. Iván Tagle, director asociado de la ONG, YAAJ (que significa “amor” en lengua maya), en conjunto con la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV), el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México (Copred) y la embajada de Holanda, iniciaron en aquel entonces, cerca del 2017, una campaña para sancionar y erradicar este tipo de prácticas en nuestro país.
Tagle afirmó para El Universal, que “se busca que sea declarada como delito cualquier práctica que se utilice para fomentar la conversión o la reparación de la homosexualidad, porque daña los derechos humanos, la salud mental y sexual”. Que estas historias no se repitan, exigen las Comisiones de Derechos Humanos en el mundo. Combatirlas, el primer paso para acabar con estos retiros que agreden a la comunidad homosexual en México.
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Fotos de portada e interior de la nota: Paola Paredes.
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