Alejandro salió de la cárcel hace un par de años. Estuvo preso en el Reclusorio Norte durante 6 años. Cuando le preguntas por su experiencia dentro de prisión, dice que no la pasó “tan mal”. Fue de los pocos afortunados que tiene el dinero suficiente para pagar por algunos lujos. Por un espacio “sin tanta mierda”, como una especie de celda privada, “exclusiva”.

Este tipo de celdas VIP no son nada raras en varios de los centros de detención del país. Lo único que un reo necesita para acceder a ellas es dinero. Dependiendo de los lujo que tenga, el monto va desde los 15 mil pesos y puede alcanzar hasta el doble, mismos que son recibidos por el propio personal de las cárceles.

De acuerdo con lo que dijeron reos de forma anónima a Milenio, en el reclusorio Norte (RENO) estas áreas privilegiadas están alejadas de la población general y se accede a ellas luego de un pago económico a las autoridades de ese centro penitenciario.

(Foto: La Jornada)

Los “padrinos” del reclusorio son los personajes que acceden a estas celdas, que se ubica en el segundo de los diez dormitorios con los que cuenta el reclusorio. “Hasta ahí se llega con un pago de una sola exhibición, que tiene como tarifa mínima los 15 mil pesos, aunque varía y va aumentando de acuerdo con la identidad, capacidad económica y tiempo de reclusión de cada interno que busque estar alejado del resto de la población, la cual vive hacinada”, dice el diario.

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Las otras zonas son los dormitorios de Ingreso y el Centro de Observación y Clasificación. Para llega hasta ellas el costo y el esfuerzo económico es mayor, pues los que busquen llegar hasta ahí deben pagarle a las autoridades de manera periódica bajo un sistema conocido como “la lista”.

Además de llegar hasta los zonas privilegiadas, los reclusos que pueden hacerlo pagan por tener acceso a pantallas, celulares, internet y TV de paga. Y no sólo eso, también se puede pagar por visitas conyugales, en el edificio conocido como “la íntima”.

(Foto: Twitter)

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De estos pagos, dicen los testimonios, está consciente el propio director del centro penitenciario. Mientras tanto, los reos que no tienen el dinero suficiente deben vivir hacinados, sin ningún tipo de lujo y, en el caso de las visitas conyugales, estas deben sortearse casi a la vista de todos, en zonas públicas con tiendas de campaña improvisadas.

El dinero lo puede todo, incluso cuando eres preso y deberías tener los mismos derechos que el resto de tus compañeros. Porque en México hasta tras las rejas los abusados encuentran la forma de “hacer su agosto”.

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