Vimos el primero de los reality show de los candidatos presidenciales. ¿En síntesis? Ricardo Anaya es el único con una estrategia y con respuestas para todo. Andrés Manuel López Obrador, obsesionado, evasivo, tundido y más centrado en el asunto de corrupción, impunidad y sus encuestas.
Margarita Zavala de palera, haciéndole segunda a José Antonio Meade contra Anaya y AMLO. José Antonio Meade, gris, con algunas propuestas y ya. El Bronco, humorista y absurdo, y sólo está para quitarle votos a AMLO.
Este debate se lo llevó Ricardo Anaya. El único con estrategia, estructurado y con contestaciones para todos. El Frente me parece un engendro político pero en justicia ganó.
López Obrador, rebasadísimo. Lo traían a periodicazos y sus revires fueron tibios, de lugar común, con su misma retórica, sobre todo en corrupción y mafia del poder con Alfonso Romo, Napito, Elba Esther y otros.
José Antonio Meade, tecnócrata, técnico, el nerd de la clase. Muy preparado, pero gris. Lo que tiene de preparado le falta en proyección y personalidad. Repitió hasta el hastío “yo soy José Antonio Meade” y olvidó mencionar su ya famoso vitiligo. En política, para ser, hay que parecer y convencer.
Hace decenas de años que un debate no cambia nada en las elecciones. No falta quienes citan el de Nixon contra Kennedy hace más de 60 años o el primero que se registró en México, en el muy lejano 1994.
Debo confesar que tuve cierto morbo en los momentos previos al debate: se generó un ambiente como de final del Exatlón o de la Voz México. Las redes sociales se volvieron terreno de las luchas entre el team uno contra el team dos. Todos querían convertirse en trending topic y la diversión del debate en las redes no tenía límite y fue lo mejor de la jornada.
No hay que olvidar que desde tempranas horas del domingo los bots de los equipos de campaña hacían lo suyo. ¡Salían club de fans desde Australia o el sudeste asiático! ¡Es obvio que en aquellos territorios están preocupadísimos de nuestros personajes nacionales!
Y a estas alturas, los seguidores de cada uno de los bandos han dicho que su candidato es el más guapo, inteligente y el que mejor gobernará México. En pocas palabras, un producto milagro. Lo que pasó en el debate no importa para los fanáticos de uno y otro bando.
No creo que nadie cambie de opinión luego de este debate porque muy pocos o casi nadie se fijó en las propuestas sino que se dedicó a magnificar los errores de los que odia y aplaudir los de su favorito.
Sin duda, los cuatro candidatos se dedicaron a desacreditar al puntero Andrés Manuel López Obrador, parecían aliados. Todos contra él.
Andrés Manuel López Obrador puso en venta aviones, habló de la corrupción, de cómo es el puntero y, por supuesto, jamás contestó una pregunta directa. ¿No las entenderá? Y pronuncia de una forma fascinante “Trump”.
Ricardo Anaya se veía conmovedor con sus laminitas, algunas muy chistosas, sobre todo las de fotografías para acusar a sus adversarios. Tenía perfectamente ensayada su intervención y contaba con más propuestas concretas.
¿Margarita Zavala? Hasta el primer cuarto del debate nos preguntábamos si había ido o no. ¿Qué dijo? Habló de la importancia de los valores morales con su desgastado manual ético.
¿Vale la pena hablar de El Bronco? ¡No! Tuvo algunos momentos simpáticos, otros de victimización (con su bala), los absurdos (“mocharle” la mano a los delincuentes) y, al final, motivacional dando consejos a otros candidatos. No merece mayor comentario.
¿Los románticos? José Antonio Meade y Margarita Zavala, ya deberían anunciar su alianza. ¿El pragmático? Ricardo Anaya. ¿El evasivo? Andrés Manuel López Obrador. ¿El bufón? Obvio El Bronco.
¿Las jocosidades?
#yosoyJoséAntonioMeade, #noesporpresumir, #lamafiadelpoder,
#cortarleslasmanos,#dejadedefenderatumarido,#soypejeperonolagarto,#elmatrimonioesentrehombreymujer, #márquenmerazawhatsapp, #nosoyunambiciosovulgar
El formato de debate, para mi sorpresa, muy bien. Puede ser criticable, pero comparado con cualquier otro de los debates presidenciales anteriores fue muy superior y dinámico.
¿El verdadero ganador? Las redes sociales.
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Por Kimberly Armengol Jensen
@kimarmengol