Cuando se piensa en crear un combustible o biocombustible, lo que viene a la mente es extraer de la tierra materia prima, ya sea renovable o no, convertirla y refinarla en un carburante que le sirva a nuestro carro y fin de la historia. En ocasiones, sin embargo, esta ruta de conversión crea agentes adicionales, desechos, mermas, llamados “sub-productos” o “co-productos”, dependiendo de cómo se les aprecie.
En el caso de la producción del biodiésel, por ejemplo, en la que se busca hacer reaccionar un alcohol (metanol por lo general) con aceite de freidora (con la ayuda de un catalizador para acelerar la reacción) para producir una mezcla que se separa por simple gravedad, la cual es, aproximadamente, 90 por ciento biodiésel y 10 por ciento glicerina cruda.
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El biodiésel, una vez libre de la glicerina cruda, recibe un refinamiento para retirar jabones e impurezas no deseadas. Mientras que el biodiésel se limpia fácilmente, separar y refinar la glicerina cruda es un verdadero dolor de cabeza, pues esta es una mezcla de productos y reactivos que no reaccionaron por completo, los cuales incluyen: Metanol, glicerina, ácidos grasos y agua.
(Foto: Campo Industria)
¿De dónde sale el agua? Bueno, aunque el proceso en sí consiste en evitar que el agua se cuele en la reacción, pues produce moléculas de jabón no deseadas, la mayor parte del aceite quemado que se usa como materia prima se usa para freír alimentos ricos en agua. Es por esto que, invariablemente, todo el aceite usado tendrá un poco de agua disuelta.
Lo horrible de la glicerina cruda empieza con su aspecto; es como un pozole de frijol viscoso con un fuerte olor, el cual indica su toxicidad por el metanol que contiene. En ocasiones se separa naturalmente en dos o hasta tres fases distintas, coagulándose una de éstas cuando se enfría, como si fuera gelatina.
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La glicerina purificada es un químico relativamente valioso y cotizado en las industrias farmacéuticas, químicas, cosméticas e incluso alimenticias: se usa como solvente, humectante, endulzante, como conservador y como excipiente (rellenador) para preparar dulces para diabéticos debido a su bajo índice glucémico.
Aunque la glicerina purificada (transparente y hermosa) se puede usar para el cuidado de la piel entre muchas otras cosas y todos somos sus fans, la glicerina cruda es el hermano feo del que nadie quiere saber. Y aunque contiene aproximadamente 40 por ciento de glicerina pero prácticamente no sirve para nada. No puede usarse como humectante, endulzante ni nada que entre en contacto con el cuerpo dado que contiene metanol tóxico y un poco de ácidos grasos rancios – sin mencionar que nadie quiere untarse una melcocha negra, viscosa con un olor muy desagradable.
(Foto: Interfat)
Dado que muchos productores de biodiésel (pequeños y medianos) no tienen la tecnología ni el conocimiento para purificar y procesar la glicerina cruda para obtener glicerina purificada, están atorados con un desecho o merma el cual obtienen sí o sí al producir el biocombustible. Si no se pueden deshacer de él pronto, lo tienen que almacenar con la esperanza de que alguien lo quiera mañana.
El problema se agrava cuando los inventarios de glicerina cruda incrementan y con ellos la posibilidad y gravedad de tener una fuga de material tóxico y potencialmente explosivo; ni hablar de tirarlo al desagüe. Más de un empresario se ha visto forzado a dar más barata su glicerina cruda para que se use como combustible en los hornos de ladrillos e incluso como alimento para ganado.
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Aunque la glicerina es un carbohidrato, por lo que en teoría está bien, recuerda que esta glicerina está llena de metanol tóxico. Así es, el mismo ganado que se engorda con este tipo de ‘comida’ barata y tóxica probablemente acabe en tu plato. No sé tú, pero esto no suena muy seguro.
En el caso de los ladrilleros, la glicerina es un pésimo combustible, como las demás familias de carbohidratos (ojo, no confundirlos como hidrocarburos). No obstante, la glicerina cruda contiene algo de biodiésel y metanol, ambos materiales inflamables. Eso sí, vas a crear una nube negra de contaminación al tratar de quemar los ácidos grasos, la glicerina y demás compuestos de la mezcla; medio ambiente usted disculpe.
(Foto: Fundéu)
Además, no hay mucho incentivo en que los productores de biodiésel lograran purificar la glicerina cruda, pues la glicerina con una pureza superior al 98 por ciento se vende en $12 pesos el kilo. No parece el producto más sexy y lucrativo. Sin embargo, glicerina es como una pieza de lego en la química, y a pesar de ser muy estable, esta molécula se puede transformar en más de 140 otras sustancias, algunas tan interesantes como materiales de nueva generación como bioplásticos incluyendo super-absorbente para pañales.
¿Mucho más sexy no? Procesando esta glicerina podemos crear sustancias y materiales de alto desempeño con un margen de ganancia mucho más atractivo. Cabe resaltar que el producto estrella del proceso sigue siendo el biocombustible (el biodiésel), pero con cada paso vamos convirtiendo un desecho que literalmente merma la economía del proceso a un producto cada vez más valioso que incrementa la rentabilidad del negocio.
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Suena muy fácil, pero se requiere de un ingrediente especialmente escaso en México: Investigación y desarrollo. O mucho más puntual: Capital para realizar la investigación y desarrollo. Aunque existen técnicas desarrolladas para purificar la glicerina cruda en el laboratorio, e incluso en plantas piloto, existen muy pocas que puedan escalar de laboratorio a producción comercial de manera rentable.
Por el lado de convertir la glicerina purificada a una sustancia o material de alto valor agregado la cosa está más verde aún. Dada la flexibilidad y la cantidad de químicos que se pueden obtener de la glicerina, no es factible invertir más que en unos cuantos de los mecanismos de reacción más prometedores para probar suerte y desarrollar una ruta de producción que sea técnica y económicamente factible.
(Foto: Biodiesel Magazine)
Lo que comenzó por un problema al querer producir biocombustible podría tener el potencial de contribuir con materia prima para fabricar materiales de alto desempeño y valor agregado, los cuales sean amigables con el ambiente e inclusive logren desplazar importaciones como el súper absorbente de pañales proveniente de Alemania y que nos permita desarrollar nuestra industria mexicana.
Sólo falta que despertemos, invirtamos en nosotros mismos y construyamos modelos de negocio que reúnan talento, innovación y capital – los tres ingredientes esenciales para crear y arrancar negocios tecnológicos y start-ups, de lo contrario, siempre estaremos vendiendo nuestro tiempo hasta que no entendamos lo importante de esta mezcla.
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