Por: Alfredo Bazúa.
Recuerdo que hace años estaba revisando un contrato y una de las partes tenia un nombre de esos muy sonoros, algo así como Teresita Ramírez Pérez y González Ríos; el pasante con el que revisaba el documento me pregunto: ¿Oiga, la “y” forma parte del nombre de la persona? ¿Es parte del apellido paterno o del materno?, extrañado por la pregunta, sin contestarle le cuestione: ¿A que viene eso? Y me dijo: Es que el formulario de la computadora solo tiene tres renglones para el nombre y apellidos de los contratantes y no se en cual renglón pongo la “y”.
Me quede muy pensativo y me vino a la mente aquellas clases en la Universidad donde los sociólogos nos subrayaban la importancia de la “Cultura Jurídica” de los pueblos. Al pasante le conteste: “Qué gran descubrimiento y que gran problema tenemos los pueblos de habla castellana al usar plantillas de documentos jurídicos hechos por personas con Culturas Jurídicas diferentes”. Le explique: “En la España antigua los títulos nobiliarios los podía heredar la mujer y por ello muchas veces los descendientes componían sus apellidos para que en ellos constara su filiación materna, de ahí que algunas personas tuvieran apellidos con dos o tres o hasta cuatro o mas vocablos, ello se tradujo en la necesidad de usar una regla gramatical para distinguir los apellidos compuestos, el paterno ‘Ramírez Pérez’ del materno ‘González Ríos’ y para ello usaron la ‘y’ pero no como copulativa sino como disyuntiva.
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(Foto: La Razón)
Así, en la imagen de la gente, aquellos que tenían apellidos compuestos, lo hacían para expresar su origen noble y hacer constar su árbol genealógico completo. Al paso de los siglos y con el triunfo de las nuevas naciones y de su independencia de España, muchos países latinoamericanos, México uno de los mas importantes, adoptaron como forma de gobierno la republica federal y con ello se alejaron de la Monarquía y los privilegios de la nobleza.
Con ello la importancia de evidenciar el origen de los apellidos perdió relevancia, pero no desapareció la práctica, incluso con el establecimiento del Registro Civil en México allá por 1870 continuó y hoy en día existen personas que ostentan apellidos compuestos. El pasante, muy atento a mi explicación, me recordó, “bien, en que renglón pongo la “y”; y le conteste: “Adoptaremos una nueva práctica, ponlo en el primero, no debemos perder la importancia del apellido materno”.
La Cultura Jurídica mas o menos hoy consiste en describir patrones relativamente estables de actitudes y comportamientos sociales en relación con el derecho. Es decir, la gente valora los principios fundamentales en los que se basa el derecho y con ello manifiesta su apoyo a las instituciones jurídicas, se siente satisfecho con ellas y por eso tiende a cumplir sus normas, leyes y reglamentos. Ahora bien, para que la gente valore esos principios antes debe conocerlos o intuirlos, después debe identificarlos en las normas, leyes y reglamentos, con ello apreciarlos y sentirse satisfecha cumpliéndolas porque las reconoce como justas y necesarias.
(Foto: LEFISCO)
El uso de ambos apellidos, paterno y materno en nuestra Cultura Jurídica, es el reconocimiento que la gente hace de ese principio jurídico de la herencia, de la genealogía materna como algo valioso, algo importante y que, siendo identificado en la ley, la gente se siente satisfecha en usar, en cumplir y valorar.
La importancia de la herencia materna, la importancia de la mujer al mismo nivel jurídico del hombre, es de relevancia tal que en el caso de los apellidos compuestos no quiere perderse la genealogía y se subraya incluso modificando las reglas gramaticales del lenguaje para evidenciarlo.
En México, la Cultura Jurídica esta presente, la vivimos diario, es Cultura Colectiva.
@BazuaWitte
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