Durante dos sexenios de combate al crimen organizado, el mayor logro ha sido despoblar a las comunidades donde los criminales son reyes y dueños de los poblados más recónditos en las sierras mexicanas.
Sí, esos lugares donde el ejército llega, opera y se retira en pocos meses. Esas villas para hombres y mujeres que tienen tres opciones: servir, morir o huir con rumbo desconocido por una mejor vida, porque del dolor, sufrimiento y angustia nadie sobrevive.
Los desplazados son un grave problema que según datos de la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos (CDMPDH), estiman en los últimos años en 310,527 personas forzadas a salir de su hogar a consecuencia de la violencia.
De 20 mil habitantes, registran más de 2 mil en Guadalupe, Chihuahua. (Foto: El Diario de Juárez)
Los “pueblos fantasma”, por así llamar a las comunidades donde casi toda la población huyó por miedo a morir en el fuego cruzado entre criminales contra otros grupos, son ya un paisaje endémico de las zonas rurales de la nación.
Uno de los ejemplos documentados más recientemente fue el caso de Guadalupe, un municipio al este de Ciudad Juárez en Chihuahua, el cual colinda con el estado de Texas y hoy sólo los ladridos de los perros resuenan más que el sonido de sus habitantes.
De acuerdo con un reportaje escrito por el periodista Marco Antonio López Romero para el medio Infobae, en Guadalupe el 70 por ciento de la población fue desplazada por la violencia entre los cárteles y su intenso movimiento en busca del poderío para el trasiego de drogas hacia los Estados Unidos.
Según vecinos del municipio, la guerra encarnizada entre los cárteles de Sinaloa y de Juárez, inició hace más de 10 años y, hasta la fecha, no se ha detenido. La región es ideal para el trasiego de estupefacientes y el cruce de armas a falta del muro fronterizo que prometió Donald Trump.
Gabriel Urteaga Núñez, expresidente municipal de Guadalupe, indicó en entrevista al Diario de Juárez que dicho demarcación quedó aislada debido a que el 80 por ciento de los negocios dependen del puente internacional Caseta-Fabens, el cual cerraron hace dos años por la creación del cruce Guadalupe – Tornillo, a un kilómetro de distancia.
La falta de oportunidades, el cierre del puente y la violencia desbocada provocó un fenómeno inusual de desplazamiento entre los habitantes, los cuales abandonaron sus hogares. Hoy estos lucen abandonados y cientos de negocios permanecen cerrados.
Tras el cierre del puente internacional, la comunidad de Guadalupe vio afectada su economía, situación que provocó un enorme desplazamiento. (Foto: Youtube)
La mayoría de los comerciantes recibieron durante años visitas de ciudadanos estadounidenses, quienes cambiaron de ruta. Virginia Miramontes, propietaria de un negocio naturista, dijo al periodista Horacio Carrasco del Diario de Juárez que el 70 por ciento de sus clientes eran americanos, «son los que más consumen la medicina natural».
La cabeza municipal de Guadalupe se le conoce como el Valle de Juárez, donde comparten más de 60 kilómetros de frontera con las comunidades de Fabens, Tornillo y San Elizario en Texas. De esas demarcaciones viajaban a diario para comprar los ciudadanos estadounidenses al lado mexicano, y generar ganancias en Juárez.
Sin embargo, la población disminuyó y los turistas tomaron otro rumbo. Además, la violencia provocó otro gran problema en Guadalupe, todos los policías municipales fueron asesinados, desaparecidos o amenazados por los cárteles.
Esta realidad se suma a los 51 pueblos fantasma de al menos 10 estados de la república, y cada vez es más difícil creer que estuvieron llenos de personas felices y llenas de tranquilidad.
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