“Mamá, ¿por qué nos separan a hombres y mujeres en el metro?”, me preguntó recientemente mi hijo de 12 años.

“Porque los hombres en este país no pueden mantener las manos quietas”, le respondí.

Obvio no entendió a la primera, porque yo no estoy para contárselos pero él es un gran niño y en su cabecita jamás pasaría la idea de agarrarle la pompa o el pecho a una mujer sin su consentimiento. Pero sí, eso sucede. Mujer que usa el transporte público sabe que no puede estar desprevenida y que si usas vestido, shorts o pantalones ajustados hay muchas más posibilidades que alguien intente violentarte.

La separación en el Metro no es un lujo, es una necesidad. (Foto: La Razón)

Yo he tenido miles, por eso no uso vestido cuando voy en el metro pero hay una muy ruda. Recuerdo que cuando estaba en la licenciatura tomaba todos los días el metro en la estación Universidad y al poco tiempo noté que había un muchacho –un par de años mayor que yo- que se subía a mi vagón… todos los días a la misma hora. Siempre se sentaba cerca pero nunca me dirigía la palabra.

Obvio al tercer día dije “esto no es casualidad, creo que tengo que ser más cuidadosa”. Todas las mañanas me iba en horarios distintos y en diferentes vagones pero él siempre estaba ahí. Sí, me veía obligada a recorrer 14 estaciones con miedo, sintiendo su mirada y me bajaba corriendo y volteando hacia atrás por temor de que alguna vez se atreviera a seguirme también a la escuela.

Hasta que un día finalmente me habló, me dijo: “eres igualita a Britney Spears” –supongo que por lo rubias porque no nos parecemos en nada- yo, me petrifiqué, no pude decir nada, no pude gritar. Agarré mi libro, lo abrí y fijé la mirada en sus letras esperando que se bajara en algún punto. Eso nunca pasó, y en Hidalgo corrí despavorida, corrí y corrí hasta llegar con el policía y por precaución le pedí a una amiga que fuera por mí a los torniquetes.

No hay mujer libre que no sienta miedo de ser violentada en algún momento. (Foto: Excélsior)

Después de ese día, no volví a tomar el metro en esa estación, preferí cambiar mi trayecto y hacer un poco más que volverme a topar con él. Que volver a sentir miedo.

Hace unos días me pasaron un video de una campaña argentina donde un muchacho le grita cosas ofensivas a una mujer y su amigo lo hace darse cuenta que la está asustando, que ella más que sentir placer o atracción por sus gritos, sentía miedo y que lo único que quería era salir corriendo de ahí por temor a que esos alaridos pasaran a ser algo más.

Siempre me he preguntado por qué los hombres no frenan este tipo de actitudes y en ocasiones las alientan y repiten. Aunque muchos a lo mejor no piensen en violar o agredir a una mujer, el sólo hecho de comportase como animales en brama sin control nos hace sentirnos vulnerables y temerosas.

Justo el Inegi (Instituto Nacional de Estadística y Geografía) acaba de dar a conocer una cifra espeluznante, 12.2 millones de mujeres en México han sufrido violencia severa por parte de su pareja y también ONU Mujeres señala que en este país asesinan diariamente a nueve mujeres.

En el fondo mi hijo sigue sin realmente entender por qué un hombre se sentiría con el derecho de tocar a una mujer sin su consentimiento y espero que gracias a la educación que ha tenido, siempre sea respetuoso con sus parejas y mujeres que lo rodeen durante su vida.

Este 25 de noviembre se conmemora el día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer; por favor, la próxima vez que veas o escuches que un hombre agrede a una chica, frénalo, explícale lo violento, hazle entender que gracias a actitudes como las suyas ahora nos separan en los vagones del metro.

*Las columnas de opinión de CC News reflejan sólo el punto de vista del autor.